domingo, 27 de noviembre de 2022
viernes, 25 de noviembre de 2022
Mañana de pitidos y alcohol, tarde de incertidumbre y noche de folleteo frustrado
Buena parte del magnífico día de ayer ha quedado en un espejismo, cosa, que no resulta extraña en este país. Nada más levantarnos e ir a la estación, a comprar los billetes para la tarde a Bidar descubrimos, que ha habido un malentendido y que por poco, no nos vamos a Virar, en dirección absolutamente contraria y cerca de Bombay.
Al menos, si existe bús público hasta el templo, donde llegas en menos de diez minutos. Es bonito -sobre todo, la parte de más abajo, que se encuentra absolutamente labrada- y la única molestia es, descalzarse en todo el recinto exterior e ir pisando los lodos generados por la copiosa tormenta de la noche pasada.
Hasta las tres de la tarde pasamos la mañana de bajón en la habitación, bebiendo alcohol y escuchando de fondo los insistentes y persistentes claxons de todo tipo de cacharros. ¡ Cuántas mañanas habremos dilapidado así, en Delhi o Calcuta, en anteriores viajes!. La última hora nos quedamos dormidos profundamente.
La tarde pasa entre el aburrimiento, la confusión y la inquietante incertidumbre. Cada vez, que preguntamos horarios, para Bijapur, nos dicen unos distintos. Hay un momento, incluso, en que llegamos a dudar de si hay servicio directo a esa ciudad. En las pantallas de la estación, ni rastro de nuestro destino. Me siguen picando los granos con gran intensidad. Finalmente y gracias a una amable trabajadora de la estación, siendo las 20:20 horas, nos ponemos en ruta en un no muy lleno autobús estatal. Llegamos, a Bijapur, a las tres de la madrugada y nos toca dormir en la estación en unas sillas y apoyando la cabeza en las mochilas, colocadas una encima de la otra, hasta las seis de la mañana.
Media hora después, nos ocurre un incidente lamentable. Un amable joven nos ofrece una habitación a 200 rupias. Nos parece muy barata, pero viéndola, creemos entender los motivos. Entra el agua de la lluvia por todas partes, pero al menos, conseguimos, que nos cambien las sábanas. A la hora y cuando no nos hemos ido a dormir, aporrean la puerta y nos invitan a irnos. A nuestros 55 y después de 35 años juntos, nos ha tomado por dos desesperados folladores domingueros.
Bijapur es una ciudad muy interesante, a pesar de estar casi anegada por la lluvia interminable de los últimos días. Tiene numerosas y apacibles ruinas de palacios y ciudadelas, que se pueden visitar de forma casi lineal y gratuita, hasta culminar con la impresionante tumba de Golgumbaz. Además de tres impresionantes mezquitas, una barbacana, un vibrante mercado exterior e interior para mayoristas y público en general... La mala noticia es, que no iremos a Bidar, porque significaría perder dos días en ir y volver, con transbordos incluidos. Si no hay cambios de planes, Badami nos espera.
De momento, pernoctamos en un buen y barato hotel, en el hasta ahora, mejor destino del viaje.
jueves, 24 de noviembre de 2022
Tocando techo
Cuesta dejar el hotel y aventurarnos un día más. Llegamos a la estación y el bus para Satara sale en cinco minutos. Bello paisaje. El transbordo, para Kolhapur, solo nos lleva 20 minutos. Autovía y en menos de tres horas, en el destino.
Nuestra primera gestión es positiva. Aunque caro, existe desde aquí un autobús directo, a Bidar y no tendremos, que retroceder, como pensábamos, varios cientos de kilómetros. En el primer hotel, que preguntamos, nos admiten -aunque con un chek-in, que dura tres veces más, que entrar en el país - y además, es de 24' horas, por lo que podemos quedarnos hasta mañana a las tres de la tarde, sin necesidad de vagabundear por las calles , durante la mañana.
Cruzando, encontramos agencias privadas de boletos de autobús. Por si sale más barato, preguntamos y no tienen, a Bidar. No lo trabajan, pero nos ofrecen cambio de divisa a una tasa extraordinaria. Cambiamos 100 euros y con la emoción, nos olvidamos la botella de agua.
Comemos genial, sin tener, que buscar demasiado, a base de un arroz con vegetales, patatas, cebolla, guindillas verdes -nunca fallan en el sur del país,- y varias salsas, una de ellas , de ácido yogurt.
Preguntanos al del hotel, cuanto cuesta un autorickshaw, para mañana ir al templo principal y nos da otra alegría: existe autobús público y además, es muy frecuente.
Antes de anochecer, volvemos a la agencia del cambio, a canjear otros 100 euros. Sigue la misma tasa favorable. Conseguimos, además, recuperar la botella de agua intacta, que habíamos olvidado por la mañana.
¿Quién fue el gilipollas, que se arrepintió de no haber ido a las islas griegas y Puglia? "Quiero que mañana, si amanezca", porque la suerte nos sonríe y no debemos bajarnos de la ola. ¡A seguir surfeando!
miércoles, 23 de noviembre de 2022
Tocando fondo
Me levanto fatal, aunque he dormido bien de un tirón y con mantas, dado que nos encontramos en un bonito pueblo de montaña. Anoche, mientras me tomaba un apestoso bebedizo alcohólico de India -al menos estos industriales no te dejan ciego-, me repetía: " quiero quedarme en este hotel y que nunca amanezca". Pero se ha hecho de día y debemos recoger y seguir.
Inesperadamente, ayer salió un buen día, después de varias jornadas aciagas. Tan bonito, que hasta nos vinieron a ofrecer hotel a la estación y disfrutamos del lujo de una acera de tres kilómetros de recorrido para llegar a un hermoso lago. Dos días buenos seguidos en India, son casi imposibles, así que hoy, habrá que volver a la lucha.
Para empezar, sigo cargando sobre mis espaldas con los granos malignos del colchón, de Lonavala. Y, para seguir, no hay bus directo a nuestro siguiente destino, Kolhapur. Cada mañana que me levanto en este viaje, trato de calcular las horas de luz, disponibles, para arreglar las cosas del día. Hoy, creo, que serán unas cuatro y media, pero hace unas jornadas solo fueron dos. Aunque es verdad, que si toda va bien, se arregla enseguida -muy improbable- y si no va , no te bastará con un día entero de luz natural, de los de Cabo Norte, en Noruega, en junio.
Viajamos a lugar por jornada, porque la India bella ya la tenemos triturada y nos movemos por destinos muy secundarios, al menos, por el momento, que tampoco quiero yo despreciar las visitas del futuro.
Y, ¿cuáles son esas tareas, que te acechan cada día?
1.- Buscar alojamiento. Desde nuestra última visita, hace cinco años, los precios se han duplicado, pero lo peor es, que en la mayoría de lugares de este recorrido, por ahora, ni siquiera nos aceptan en los hoteles por ser extranjeros.
2.- Encontrar un sitio donde cambiar dinero. Apenas nos quedan 2.000 rupias y ya llevamos cuatro días buscando una casa de cambio, sin éxito. El único efectivo cambiado, lo obtuvimos de un particular, en Bombay, como ya os hemos contado.
3.- Localizar la zona de hoteles, restaurantes, lugares de visita, saber si estamos en el centro cuando llegamos... Del 90% de los destinos no tenemos plano, ni nos aporta nada la puñetera guía australiana.
4.- En el mismo sentido, conocer cuáles y de dónde parte nuestro próximo transporte y si es directo o no.
5.- Rezar para que no llueva medio día o la jornada entera, como lleva ocurriendo los últimos cuatro.
6.- Encontrar algo asequible para comer, que no sean bondas - me encantan, pero no para siempre -, snacks y galletas. Pienso, que más pronto, que tarde, este viaje se nos va a ir de las manos y una vez perdido el control, las consecuencias son imprevisibles. Al menos, lo del dinero tendrá solución, tirando de tarjeta y pagando altas comisiones, a la maldita Caixa Bank.
7.- Buscar la correspondiente tienda de bebidas alcohólicas y rezar, para que no sea día festivo nacional, estatal, local o religioso y se encuentre cerrada a cal y canto. Menos mal, que somos previsores y llevamos varias dosis de adelanto.
Se lo repito y tripito a cada rato a mi pareja en el tren, el autobús, la calle, el hotel...: " debimos irnos a las islas griegas y a Puglia, en vez de volver a este país", como así llegamos a valorar en algún momento de las fechas previas al viaje, antes de comprar los atadores boletos aéreos.
martes, 22 de noviembre de 2022
Como el agua y el aceite
A Pune llegamos, como diría el otro, por exigencias del guión, dado que era requisito necesario, para enlazar con Mahabaleswar y Kolhapur. Tiene escasos y discretos atractivos, que están alejados del centro. La ciudad - de más de cinco millones de habitantes, casi nada-, está hecha un auténtico cacharro. Aunque la zona de la estación resulta bastante aceptable, respetándose las aceras, gracias a gruesos e intimidantes bolardos ( aunque son pocas cosas, las que acojonen a los indios).
Pero aquí, solo nos aceptaron en un hotel - después de preguntar en más de quince- y era caro. Milagrosamente y cuando anochecía y habíamos perdido toda esperanza, unos chicos jóvenes se apiadaron de nosotros y nos dieron habitación en un barrio pintoresco, desastroso y musulmán, donde ponerse ciego a comer cordero, oveja y pollo es un privilegio.
Mahabaleswar es todo lo contrario, así que ambos destinos mezclan como el agua y el aceite. Se recorre de una punta a otra en poco más de diez minutos y su calle principal, que está llena de restaurantes, agencias y todo lo relacionado con el turismo, apenas aglutina un poco de tránsito de tranquilos vehículos.
Dos especialidades atraen al viajero en este lugar: los snacks de garbanzos de hasta veinte sabores diferentes y las fresas de plantaciones cercanas, en forma de batido, zumo, snacks y helados. Por no tener, no dispone ni de bancos, ni de cajeros automáticos.
Pero, los principales atractivos de esta zona, de Maharastra, se encuentran en los espléndidos alrededores: un precioso lago a cinco kilómetros ,- de puede llegar por una acera, aunque parezca mentira-, una cascada, diversos miradores y las mencionadas plantaciones de fresas. Es posible y no muy caro, llevar a cabo un circuito organizado por estos sitios o hacerlo parcialmente, andando.
La carretera de acceso a esta población es muy bonita y la temperatura, ideal, gracias a la altitud. Dormimos tapados con mantas, pero antes observamos desde nuestra habitación, ocho horas seguidas de virulenta tormenta, en la que casi no se veían los rayos, gracias a la densa y tranquilizadora niebla ¡Un lujo asiático y nunca mejor dicho!
lunes, 21 de noviembre de 2022
Cuevas de Karla y Bhaja
Decidimos por razones logísticas, que nos saltariamos Matheran, por el momento. Nos acercamos, a Lonavala, pueblo muy ensalzado por la Lonely Planet, por su supuesta luminosidad y una especie de turrón algo caro de diversos sabores, llamado Chiki. Lo segundo es cierto, lo primero no tanto. Pero es que la Lonely Planet, en estos pocos días de viaje, que llevamos, nos está confundiendo más, que ayudando (desgraciadamente, esto no es nuevo en nuestras vidas). Tampoco explican bien, como llegar a las cercanas cuevas de Karla y Bhaja. ¡Es normal, quieren, que nos esforcemos y pongamos algo de nuestra parte!.
Nosotros visitamos las primeras y os damos datos prácticos y reales: tomar el autobús verde, cercano a la estación de autobuses, hasta el cruce, que conduce al pueblo de Karla. Hasta la cueva -solo es una, la que se puede visitar a pesar del plural - hay cincuenta minutos caminando. Primero, por una carretera razonable y con mediana y después, por exigentes cuestas y largas y empinadas escaleras, que albergan un mercado de interminables puestos de ofrendas y dulces, entre las que se incluyen gallinas vivas, ni más, ni menos
La entrada para extranjeros es un auténtico robo, pues son 300 rupias, para una visita de poco más de diez minutos. Hay bastante gente, pero no van allí por la gruta, sino por el colindante templo, donde suenan tambores místicos y los fieles depositan sus davidas. Todo muy colorido, pero lo hemos visto mil veces en este país.
El extraordinario calor y la humedad nos dejaron planchados y casi hundidos y eso, ¡que acabamos de empezar nuestro arduo recorrido!.
En Lonavala, pagamos la exagerada cifra de 1000 rupias por una habitación, en cuya cama me picaron unos bichos, que me han provocado granos, que a ratos se expanden y pican y a otros, se contraen y se secan. ¡Como si fuera el propio universo! Será el severo castigo, que nos ha puesto una deidad india, por haberle estafado involuntariamente esa misma cifra a un anciano, en un cambio de divisas callejero, en pleno corazón, de Bombay.
Por cierto, tenemos la impresión, de que hubiera sido mejor, visitar las casi colindantes, cuevas de Bhaja.