Y, cuatro días después, llegó nuestro tercer viaje recurrente a la Comunidad de Madrid. Tocó madrugar y a las nueve y cuarto de la mañana, ya estábamos en la estación de Príncipe Pío. Cuatro eran los objetivos del día.
1.- Obtener billetes para el día siguiente, para viajar hasta Navacerrada, desde Cercedilla. Conseguido.
2.- Aclarar distintas circunstancias sobre el papeleo necesario para obtener las tarjetas de embarque, a Bombay, donde pretendemos volar el fin de semana siguiente, con Etihad Airwais. Para ello, tomamos la C10, hasta la T4 del aeropuerto de Barajas. Habíamos leído en internet, que la compañía tiene sus mostradores desde el 229, al 235, en dicha terminal. Pero, al llegar, descubrimos, que opera desde la T1. Posponemos la gestión y decidimos, que hablaremos con ellos por teléfono, durante los próximos días.
3.- Confirmar, que nuestra reserva en el hotel de Cercedilla, para esta noche, sigue vigente. La hicimos hace dos semanas sin problemas, pero ahora, la dueña no responde a nuestros WhatsApps. Finalmente, logrado.
4.- Ya en la habitación, pagar el visado de un mes en India, cuyo formulario hemos rellenado hace un par de jornadas. Aunque cuesta un par de intentos, lo conseguimos y obtendremos respuesta en 72 horas.
Con tanta gestión, solo nos quedó tiempo el sábado para pasear distraídamente por el congestionado centro de Madrid, yendo andando, desde Chamartín, hasta Atocha, visitando entre otros lugares, los animados mercados de Los Mostenses y de La Latina.
El domingo, efectivamente, fuimos a Navacerrada. Nosotros, que últimamente, viajamos mucho, pero investigamos poco, pensábamos, que el tren llegaba al pueblo, pero en realidad, donde arriba es al puerto, a siete kilómetros de distancia, desde donde parten la mayoría de rutas de senderismo, como la de Schmid, , la del refugio de la casita y la dehesa de la Granada.
Conseguimos descubrirlo gracias a Google Maps, dado que a cada sitio, que le requeríamos, nos mandaba por la Nacional 601, hacia el pueblo
El puerto es una sucesión de cuestas, que soportan edificios militares, especie de búnkers semiabandonados y edificios cuadriculados de pequeñas ventanas, que más se asemejan , al siniestro Chernobil, que a un pueblito de la sierra.
Desde allí, parten rutas, como el sendero Arias o el Camino del Calvario, bastante pedregosas y rodeadas de pinos. Hicimos una parte de ambas, casi en soledad y no nos aportaron gran cosa.
Cada fin de semana en el campo tenemos, que contemplar, como decenas de salvajes ciclistas intentan -y a veces, lo consiguen -, saltar con sus bicicletas por encima de los topes, que delimitan los caminos peatonales. Nada extraño en este gremio de sinvergüenzas y maleducados, que llevan a gala cometer las infracciones en lote y que luego se quejan, cuando les atropellan, sin caer en la cuenta, de que tratan peor a los peatones, que los conductores a ellos.
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