Hacia tres lustros exactos, que no íbamos a Zamora, por lo que la ciudad nos ha parecido casi, un destino nuevo. Además, ahora exploramos mucho más a fondo los alrededores y dedicamos menos tí a las cañas. ¡Cosas de la edad, aunque fundamentalmente, debidas al paulatino declive de los bares! Sobre esto último, habrá, que escribir, un día un post.
Tres días para explorar la capital y las riberas del río. Y dos noches, alojados en un hotel algo caro y asimilable a una residencia de estudiantes, que acoge en estos tiempos a algunos niños ucranianos.
Día 1.- Resulta muy recomendable dedicar una jornada entera a la visita de la capital, rica en iglesias del románico -sin decenas y decenas, tanto intra, como extramuros-, además de su majestuosa catedral. Buena oficina de turismo.El imponente casco histórico está ubicado en torno a la plaza del Castillo entrada gratuita-, la de Viriato y la Mayor. De esta última, parten la bonita calle Balborraz plagada de escaletas- y la serpenteante Herreros, donde se arremolinan los bares de tapas. No demasiado lejos, se encuentran el mirador del Troncoso y la comercial calle de Santa Clara, donde los lugareños lucen sus mejores galas provincianas.
También, los murales se han adueñado de las paredes de la ciudad, creando curiosas panorámicas bonitos paisajes urbanos.Zamora, ya de noche, posee un encanto muy especial.
Día 2.- Lo empleamos en caminar por las dos riberas del Duero, hacia la desembocadura y partiendo desde el peatonal puente de Piedra. Por la derecha, además de un bello paisaje, dos iglesias yarboles unas pocas aceñas. Por la izquierda y ya de vuelta, un monasterio hoy, centro cultural-, día templos más y la playa de los Pelambres, con un animado chiringuito. La senda, apenas llega más allá del puente dedurante casi s los Poetas.
Aún, nos quedó tiempo para visitar algunas iglesias más alejadas.Día 3.- Atrás, quedó el calor de los dos, pero creemos, que este se deri sofocantes días anteriores. Lo dedicamos a caminar junto al río, hacia Toro (contracorriente). S la derecha, un agradable camino, que desde el puente de Piedra, discurre por debajo del de Hierro, el del Ferrocarril -en desuso- y llega hasta el de los Tres Árboles, donde se ubican otras dos aceñas (la más grande es un restaurante).
Desde aquí y por la otra ribera, nosotros caminamos, durante casi seis kilómetros, bordeando el río, con abundante vegetación y variedad de chillones pájaros. Volvimos por el mismo camino, por no separarnos del Duero, pero creemos, que este sendero asfaltado para peatones y bicicletas es circular y retorna por el interior.
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