Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

viernes, 13 de diciembre de 2024

Kayakoy y Oludeniz

           Paralelamente, a buscar alojamiento y visitar la ciudad el día anterior, habíamos cambiado mentalmente el recorrido del viaje varias veces. La realidad es, que nada de lo que pone en nuestra guía hoy tiene sentido -no sabemos, si lo tuvo alguna vez- y la escasa información, que hemos encontrado en internet, tampoco. Vayamos por partes: desde Fethiye, se puede llegar en caros minibuses locales, a Kayakoy, Ulodeniz y Faralya. Descartamos este último lugar, que comunica con una bella playa y el valle de las mariposas, porque según todos los indicios, el descendente trekking es altamente complicado.

          Por otro lado, volvemos a valorar -y ya hemos cambiado de opinión veinte veces -, llegar hasta Antalya. Dos son los motivos: en temporada baja no hay forma de llegar hasta Ucagiz y Kekova y  además ahorraríamos dos noches de hotel,  viajando en buses nocturnos .

           Al fin, empezamos el día en manga corta, con el cielo despejado y cayendo el sol sobre nuestras cabezas, que faltamos hacia. No tarda demasiado en pasar el micro hacia Kayakoy, donde nos plantamos en poco más de media hora. A un lado de la carretera, minúsculo pueblo. Al otro, las impresionantes y ascendentes ruinas. En un cartel se indica, que debemos pagar 115 liras si queremos visitarlas y después continuar por el sendero, que a largo de seis kilómetros, conecta con Oludeniz. Preguntamos a la chica de la taquilla, si resulta difícil afrontarlo y nos dice que no. Algo igual aunque de manera poco detallada habíamos leído en internet, así, que nos animamos  a pesar de qué somos conscientes , por experiencias anteriores, de qué hay mucha gente que escribe por lo que ha leído en otros blogs o solo de oídas .

          Pues bien: os vamos a dar todos los detalles y vosotros valoráis si hacerlo aunque advertimos, que el grado de dificultad es elevado y solo lo recomendamos para personas experimentadas y en buena forma física. En nuestro caso, aún lo cosa se complicaba más, porque había llovido copiosamente los tres días anteriores, los barros eran eternos y muchas rocas estaban resbaladizas.

          Tras cruzar la puerta, el camino siempre es ascendente. Primero se observan estás edificaciones de una antigua ciudad griega -entre dos mil y cuatro mil- y poco a poco, se van dejando atrás. Nosotros teníamos la idea, de que el ascenso sería breve. Después, transitariamos por una pista de pinares, pero la realidad es que el kilómetro y medio, que hicimos hacia el infinito, es un conglomerado de rocas muy desiguales -a veces, de un pie a otro, debes dar pasos de más de medio metro hacia arriba-; sorteando enormes piedras, que ruedan o se desprenden y mucha vegetación y maleza. Lo peor, las desproporcionadas ramas, que se te enganchan al cuerpo o las raíces, que se te enredan en las piernas y los pies. 

          El camino, que empieza a estar bien señalizado con flechas rojas, deja de estarlo una vez se acaban las casas licias. Google Maps tampoco sirve de mucho, porque su bolita azul te ubica en mitad de la nada

          Sin tener más indicios de donde y cuando acabaría ese peligroso y vertiginoso ascenso, decidimos abortar el plan y acometimos un descenso de altísimo riesgo, resbalando varias veces. Con mucho esfuerzo, llegamos hasta la base, pero las enormes agujetas en las piernas no tuvieron, que esperar al día siguiente. Decidimos entonces, que iríamos hasta Ulodeniz caminando por la carretera. Son 4 kilómetros más y hay muchos tramos rompe piernas, pero menuda diferencia. 

          Se va todo recto hasta la localidad de Hisaronu y después, se desciende una larga carretera hacia la derecha.

          Oludeniz, no es, que este a medio gas, sino que en temporada baja, se le agota todo el butano. El 95% de los negocios están cerrados y solo permanecen muy activas las agencias de parapente. A través de un funicular se sube al monte Baba y desde allí, se lanzan junto a un monitor, aterrizando en la playa, que es muy normalita, aunque es extensa y con un buen marco paisajístico montañoso. Tiene bastante mierda y parece raro, porque en esta zona las ciudades y pueblos suelen estar bastante limpios.

           Además, tiene otra playa de pago con -algunos servicios que podríamos llamar premium -, que está dentro del Parque Nacional de Oludeniz. Lo mires por donde lo mires Oludeniz es una mierda.

Media jornada de mierda, antes de la remontada

           La agradable temperatura y la tranquilidad interior hicieron de la noche en el aeropuerto de Dalaman, la más reparadora del viaje hasta el momento. A las 8:30 de la mañana tomamos el primer bus para Fethiye, de los cinco o seis, que suelen partir cada día. Parece, que nadie se detiene en Dalaman y nosotros tampoco, entre otras cosas, porque allí no hay nada que hacer, ni tampoco circula transporte público. En una hora, nos pusimos en nuestro destino. Comenzó a llover con fuerza y ya no lo dejaría, hasta pasada la una de la tarde.

          Justo al lado de la estación se encuentra un Carrefour y empezamos a constatar los altos precios de las cosas en este país. Especialmente, los de la cerveza y el alcohol, pero también, los de los productos alimenticios más básicos, salvo el pan. Comenzamos a andar por la calle principal hacia el alejado centro y en tan solo diez minutos, nos topamos con otros tres supermercados. Todos casi vacíos o con compras pequeñas. No recordábamos, que hubiera tantos, en nuestra última visita al país, en 2012.

          Los planes previstos para hoy, pasaban por visitar los diversos lugares de interés de la ciudad y de camino, iríamos preguntando en los diversos hoteles, que encontráramos. La lluvia nos lo puso cada vez más difícil, pero no paramos. A la media hora, estábamos completamente empapados, porque no habíamos traído paraguas. Resulta, que nos venimos a la zona de más días de sol de Turquía y aquí ayer y hoy, está diluviando.

         Con la ropa chorreando, el estrés va aumentando y la moral baja casi hasta el suelo, al preguntar en la primera decena de hoteles. En la mayoría de ellos, nos piden más de 50 euros por noche. Solo encontramos dos,que rondan los 40. Pero el problema es, que no estamos dispuestos a gastarnos más de 25.

          El precio de los kebabs, casi triplica el de nuestra última visita y del resto de la carta, mejor ni hablar, porque hemos visto patatas fritas con queso a casi diez euros y platos de espaguetis con pollo a cerca de veinte. En una modesta pastelería, compramos un supuesto bocadillo de queso, cuya loncha no pesará ni veinte gramos.

          Al menos, la tasa de cambio, que hemos encontrado ayer en el aeropuerto y hoy aquí, resulta bastante favorable. Llegamos a la oficina de turismo y está cerrada, porque es la hora de comer del personal. Volveremos más tarde. A medio kilómetro y subiendo por una colina, hemos localizado en el plano de la Lonely Planet, un par de pensiones. Creemos, que podrán ser más baratas, pero cuando llegamos, no hay un responsable atendiendo. Muchos de los servicios turísticos están cerrados, dado que estamos en temporada baja. La mayoría de ellos solo abren entre abril y septiembre.

          Estabamos absolutamente desesperados y decidimos, comenzar las visitas, olvidandonos de momento del hotel. Mientras tanto, el cielo se fue abriendo y dejo de llover. 

          Fethiye,  tiene un old tow peatonal, aunque no es muy antiguo. Cuenta con decenas de bares y restaurantes, pero casi todos estaban chapados. Comenzamos, acercándonos a las ruinas del anfiteatro y después, las de la fortaleza. Desde allí y de camino a la enorme plaza principal, visitamos una tumba licia. En el ágora que da al paseo marítimo y aun más lleno de barcos, se encuentran varios conjuntos escultóricos, además de las letras con el nombre de la ciudad.

          Después y con más calma, nos relajamos en el cercano mercado, donde se vende un pescado fresquísimo, aunque a precios no muy económicos. Dejamos el plato principal, para justo después del almuerzo: las impresionantes tumbas de Amintas. Se puede subir hasta ellas, pagando tres euros, aunque las vistas mas espectaculares se contemplan desde abajo, gratis.

          Eran ya las cinco y aún seguía sin resolverse el capítulo del alojamiento. Recordamos, que en Booking, habíamos visto uno por 24 euros, gestionado por un particular. No teníamos conexión a internet, pero al menos habíamos anotado su nombre y dirección. Nos pusimos a buscarlo y lo encontramos, después de bordear durante un rato, un canal plagado de patos. 

          Pero nuestro gozo, en un pozo.Al llegar no había nadie. Dimos una vuelta por la zona, para hacer tiempo, pero no hubo éxito. Decidimos, que nos iríamos media hora a un centro comercial, que habíamos visto de camino y volveríamos a intentarlo. Aunque la verdad era, que no teníamos demasiadas esperanzas. Se avecinaba una noche complicada, después de otras tres seguidas en aeropuertos.

          Pero, como a nosotros los milagros, se nos dan como a nadie, al regresar y ya siendo casi de noche, encontramos al propietario en la recepción. Nos empezó pidiendo 30 euros, pero al decirle que lo habíamos visto en Booking por seis euros menos, aceptó el precio.

          Por último, contaros una curiosidad: resulta imposible en Turquía reservar hoteles turcos en Booking, porque el portal debe estar capado por el gobierno o por quien sea. Desconocemos el objetivo, pero es así. Sencillamente, te dicen, que no existen. Si pones, por ejemplo, Estambul, te sale una ciudad llamada así, pero en Colombia.

Kalkan


 

Kalkan, en la costa turquesa


 

Kalkan, en Turquía


 

jueves, 12 de diciembre de 2024

¡Cualquier noche los gatos...! (Loquillo)


 

Un entretenidísimo y trepidante día de mierda

           Los controles de seguridad de equipajes y de objetos personales en Stanted, son dinámicos y amables, aunque muy estrictos. Aunque no pites debes colocarte sobre una plataforma con las piernas abiertas y los brazos en cruz, que literalmente, te desnuda. Habíamos visto algo parecido en Copenhague y Bali. Nosotros tenemos por costumbre, no sacar nunca el bolsillo interior, donde llevamos las tarjetas, el dinero y a veces, los propios pasaportes. Decidimos, hacer lo mismo esta vez. Mi pareja consiguió engañarlos y cruzó sin problemas.

          En mi caso, aparecieron dos manchas negras bajo el abdomen. Un segurata me registro a fondo y solo a la tercera pasada consiguió detectarlo. Empezaba un amable calvario. Despiece minucioso del bulto sin detecciones anómalas, pero me redirecionaron a otra simpática máquina, que es similar al tacataca de las personas mayores. Agarras fuertemente con tus manos un manillar y en la parte de abajo introduces alternativamente los pies. No contentos con eso, requisaron mi mochila y analizaron minuciosamente con otro dispositivo el contenido de los más de diez botes de líquidos,  -fundamentalmente, vodka-, que llevábamos en ella. ¡Al fin dentro!

          En el vuelo a Dalaman, no viajábamos ni siquiera cincuenta personas . A pesar de ello , nos habían puesto a catorce filas de separación. Salimos puntuales, mientras diluviaba y el aparato soportaba un viento huracanado. Toda Europa Central llena de gruesas nubes negras y más de hora y media de fuertes turbulencias. Al contrario de casi siempre, no conseguí pegar ojo.

          Al sobrevolar Grecia se despejó durante un rato y contemplamos el mar desde lo alto . Pero de repente,el avión se vio inmerso en la peor y más densa niebla, que hayamos visto nunca en un vuelo. Chocamos contra una feroz tormenta y pasamos un miedo nunca vivido. Ni siquiera en el aterrizaje de emergencia de hace dos años en Abu Dabi.

          Entre enormes tambaleos,el piloto realizaba las maniobras de descenso, cuando bruscamente, el avión viro en picado hacia arriba. Fueron momentos de aliento contenido, hasta que dejamos atrás la tormenta y la neblina.

          Al aterrizar, nos sentimos salvados. Se había empleado una hora más de lo previsto en el vuelo. Cuando abrieron la puerta delantera e íbamos a bajar,nos mandaron sentar, de nuevo. Entonces, el comandante nos espetó, que habíamos aterrizado de emergencia en Bodrum y no en Dalaman.

          Tuvimos, que esperar, más de media hora, a que trajeran personal de control de pasaportes y aduanas, porque el aeropuerto estaba cerrado. Salimos al exterior. Por sms nos indicaron, que enviarían autobuses para llevarnos a nuestro destino situado al este, a unos 250 kilómetros.

          Los vehículos tardaron más de hora y media. Mientras esperábamos su llegada debajo de una marquesina, cayó la mundial.  Ni un solo sitio para comer o beber algo, ni dentro, ni en los alrededores. Tan solo un chiringuito con una buena tasa de cambio.

          El viaje por una sórdida autovía, muy típicas en Turquía desde hace algunos años, resultó ser una calamidad. Casi cuatro horas con dos paradas largas en gasolineras con tiendas y el autobús acabo haciendo de transporte local en los últimos kilómetros, dejando a cada turco donde lo pedía .

          Cuando llegamos eran las ocho de la noche y no había transporte alguno hacia Fethiye, que no fueran caros taxis. Por tercera noche consecutiva nos iba a tocar dormir en un aeropuerto. Al menos en este, existen bancos corridos de láminas, donde te puedes tumbar y nadie te molesta. Eso sí: wifi gratuito durante media hora, solo presentando DNI o pasaporte.

          El Madrid ganó al Atalanta por los pelos y pensamos, que nuestra mala suerte se revertiría al día siguiente. Acertamos. El miércoles resultó solo un día de mierda a media jornada.¡Os vamos contando!.


No a las escalas largas en Stanted (parte II)

           El aeropuerto de Stanted también tiene sus cosas neutras. Es decir: aquellas que funcionan más o menos, como en la mayoría de aeródromos europeos. Entre ellas podemos destacar, por ejemplo,los precios de la comida, que son incluso inferiores a las zonas de tránsito en Turquía; la vigilancia o la información adecuada y actualizada para ver el  estado de los vuelos.

          Y para nuestra suerte y la vuestra, está terminal londinense cuenta con algunos cuantos aspectos muy positivos:

          -La mucha  cantidad y variedad de comida y bebida intactas y en buen estado, que la gente va dejando por todas partes, especialmente, en el acceso a los controles de seguridad y zona de embarque.

          - La libertad para tumbarte en el suelo o en las sillas a cualquier hora del dia o de la noche, sin ser molestado.

          -Muy al estilo ingles, la extraordinaria educación del personal del aeropuerto y de la mayoría de los pasajeros, cuando no llevan prisa o no van estresados.

          -La variedad de formulas de transporte para trasladarse a Londres, aunque todas sean caras.

          -La alta velocidad en los trámites de equipaje de mano, objetos personales y pasaportes, durante los estrictos controles de seguridad, cuando accedes a tu vuelo.

          -La facilidad de encontrar por todas partes bolsas gratuitas para separar los líquidos.

          Y ahora, os hacemos un resumen detallado de nuestra estancia en Stanted:

          Llegamos a las 7:15 de la mañana a la terminal. Tuvimos un pequeño problema para entender el funcionamiento de la máquina automática de lectura de pasaportes. Pero a diferencia de Barajas, aquí no te agobian, no te gritan y te dejan desenvolverte a tu ritmo. Sin problema alguno en la aduana.

          En tan solo media hora de paseo por salidas y llegadas, ya habíamos recopilado lo siguiente: unos cascos inalámbricos y una batería externa en perfecto funcionamiento, tres muslos de pollo cocidos en una fiambrera, una caja de doce quesitos, seis quesos mini babybel, seis piezas de shushi en una bandeja, dos plátanos , un cuenco de sandía, galletas cookies,un kefir, un yogur de cereales, diez latas de Cocacola, dos combinados espumosos...

          Tras el opíparo desayuno, nos fui mos a dormir a las butacas de listones rayados, haciendo una torre con las dos mochilas para apoyar las cabezas. Bastante éxito.

         El resto del día y hasta las diez de la noche, alternamos los paseos con las sentadas. Tan solo rompimos la rutina, para asistir a la actuación de un magnífico coro de villancicos.

          El aeropuerto de Stanted, lo transitan mayoritariamente viajeros londinenses. Las conversaciones de los transeúntes nos recuerdan bastante a una enorme clase de inglés, a cuando estudiábamos con las cintas de Planeta Agostini o cuando practicábamos a través de cursos de internet ¡Que bien habla inglés está gente! Y no los australianos o los americanos. Y para que decir, de la forma de pronunciarlo en el sudeste asiático, en Sudamérica o en la propia España.

          Nos fuimos a dormir a la zona de salidas, junto al árbol de navidad, pero nos levantaron a medianoche,por qué la cierran. Hacia frío. Nos trasladamos entonces, a un pasillo más protegido junto a los baños, con otra mucha gente. Los secamanos automáticos no dejaron de sonar un solo segundo, hasta que nos levantamos y nos taladraron el cerebro.

Plaza principal de kas


 



Kas, en Turquía