Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

domingo, 24 de septiembre de 2017

Kyoto, la joya del viaje

Esta y las cinco siguientes son, de Kyoto y las demás, de Osaka (Japón)
        No sé, lo que durará este viaje. Si será largo o mediano, porque corto ya no puede ser. Pero, empiezo a tener claro -además de que encontrar hotel a precio moderado un sábado en Japón, resulta imposible-, que Kyoto, no solo será la mejor ciudad del país nipón, sino la más espectacular de esta aventura actual.


          Ni siquiera , llegar a las seis de la mañana, después de una noche de relajado autobús, desde Tokyo, nos frenó para ponernos a caminar, completamente extasiados, durante doce horas, de templo en templo y con las mochilas a cuestas, la mayor parte del tiempo. Tuvimos, además, la suerte de disfrutar de una habitación increíblemente grande -para lo que es normal, en Japón- y de aire acondicionado, a tope, por tan solo dieciséis euros. ¿Quién dijo, sin tener ni idea, que Japón es caro?.



          Las numerosas probaturas gratuitas de excelente y apetitosa cocina local y el divertido y original barrio de las geishas, animaron mucho nuestra estancia, en Kyoto. Este segundo lugar se halla muy bien ambientado. Un enorme cartel, ubicado a la entrada de la calle principal, advierte, de que no se las puede tocar, babosearlas, hacerse selfies con ellas y tampoco, comer y beber en este enrotno.

      Nos vamos de Japón, afortunadamente, sin haber pisado un solo hotel capsula -una de esas obsesiones, que me aterrorizaban desde hace años- y tan solo, un lacónico y abarrotado alojamiento de de literas, eso sí, en la maravillosa y vital zona, de Asakusa, de la capital nipona. En nuestro debe, y es triste decirlo, dos noches callejeando y de fiesta -ambas en sábado-, por no encontrar una habitación accesible.


          La segunda de ellas aconteció, en Osaka, poco antes de poner rumbo a nuestra querida Bangkok, con un boleto muy barato, que habíamos comprado dos días antes, con la compañía Scoot, filial de Singapur Airlines.


          Sintiéndolo enormemente, tuvimos que renunciar, a Nara, por problemas de fechas, pero a cambio, Osaka nos ha encantado, mucho más de lo que esperábamos. Durante calles y calles del distrito financiero -cercanas a la estación de tren-, tiene el mismo poco alma, que Tokyo. Pero, sin embargo, nos encontramos con dos zonas excepcionales, donde comprobar, que los japoneses también saben divertirse, más allá de los pachinkos, de los mangas o de los restaurantes caros de buñuelos de cangrejo, con un ejemplar gigante encima del local, moviendo mecánicamente, sin gracia alguna y sin parar, sus pinzas.

          Los alrededores del canal resultan muy agradables y animados, sobre todo, los fines de semana. El área de la famosa torre, resulta algo más canalla y desmadrada y por eso, nos gusta mucho más todavía.

Yokohama y Kamakura, en los alrededores de Tokyo

                                                       Las cuatro primeras fotos son, de Yokohama (Japón)
       No sé, ni siquiera, porque fuimos a Yokohama, que, aunque no lo parezca, es la segunda ciudad más grande de Japón, si todo el mudo nos decía y repetía, que no merece la pena. A mi me ha parecido una maravilla de lugar y os lo recomiendo.

          Puedes pasear, sin la necesidad de estar decenas de minutos buscando o anhelando algo y tienes la recompensa de descubrir, el mejor barrio chino, que he visto en mi vida -incluyendo los de la propia China, aunque con el permiso de Kuala Terengganu, en Malasia, que disfrutamos en festivas fechas posteriores- y de transitar sin agobios por la zona del puerto, entretenido entre las tiendas de diseño, los restaurantes sofisticados o los muelles y el famoso, aunque no muy grande, parque de atracciones, cuya noria da fama mundial a esta simpática y acogedora ciudad.


          Al día siguiente, con lluvias y una humedad indescriptible, Kamakura nos decepcionó un poco. La mayoría de los templos son de pago y no baratos y no aportan nada nuevo, a lo que ya hemos visto en este país. Aunque entre montañas y con un soberbio barrio chino -más impersonal, que el de Yokohama-, supimos sobrevivir con holgura, gracias a las degustaciones de todo tipo y textura, de las animadas tiendas locales.

                                                            Esta y las dos de abajo son, de Kamakura (Japón)
          A la vuelta, nervios y más nervios, perdidos y desangelados, durante más de media hora, en las inmensas entrañas de la estación, de Yokohama y de retorno, a Tokyo


          Vivimos tranquilos y disfrutando de cada momento, dado que ya hace varios días hemos reservado unos baratos billetes de autobús a Kyoto, en versión nocturna. A los que optan por el Japan Rail Pass para descubrir el país, os digo :”¿Os timan y sois felices?. No problem”.

sábado, 23 de septiembre de 2017

¡¡Tokyeando!!

                                                                     Todas las fotos de este post son, de Tokyo 
         Los alojamientos en Tokyo y en el resto de Japón, parece, que cotizaran en bolsa, con diferencia en su precio de hasta un 300%, dependiendo del día y de la hora, siendo los sábados el día más difícil para encontrar uno.

          Si eres de aquellos, que cogen la línea Yamamoto o el metro para ir a todas partes, te pude servir un único alojamiento para toda tu estancia en la ciudad. Sin embargo, si te gusta caminar, tal vez prefieras reservar varios hoteles en diferentes zonas de la ciudad. Nosotros lo hemos hecho así: resulta ventajoso, pero requiere esfuerzo, capacidad de adaptación y sufrir un poco de estrés

          Desde mi punto de vista y a toda leche, Tokyo se puede visitar en tres días, aunque recomiendo un mínimo de cinco. En nuestro caso, tomamos el metro muy pocas veces y siempre sin trasbordo (nuestra favorita, la Mita line)

          El día primero, recién aterrizados, sin jet lag alguno y sin soltar nuestros pequeños bultos -el hotel estaba a las afueras-, visitamos la desangelada zona de la estación central y el cercano distrito, de Guinza.

          La trepidante y calurosa jornada siguiente, nos aventuramos con mucho ahínco y sol demoledor, para descubrir la zona de Ueno y los maravillosos templos del lago, terminando en la cosmopolita e inigualable, Asakusa, donde se hallan los milenarios templos de Sensoji. ¡Terminamos con la boca abierta!.


        Al tercer día, no resucitamos, porque el calor húmedo, era insoportable y habíamos dormido en un hostel infecto, pero pudimos descubrir las fantásticas zonas de Sinjuku y Sibuya, con el famoso y curioso cruce de decenas de pasos de cebra, que se dice, es el mas transitado y alocado del mundo entero.

          Como nos tocó dormir por ahí -o sea, en la calle, por ser sábado-, en una noche de picos pardos, durante la cuarta etapa consolidamos posiciones y nos cascamos una buena siesta, retornados al alojamiento del primer día.

          El lunes, disfrutamos del magnífico y popular mercado de pescado y del otro más general -conocidos, como Tsukiji-, situado en los alrededores, probando generosas degustaciones de todo tipo, fundamentalmente de kinchi, algas, caldos y peces crudos macerados en ricas salsas. No asistimos a la -supuestamente y según nuestras fuentes- subasta del atún, que se celebra de madrugada.

          Aún tuvimos tiempo, para acercarnos a un esplendoroso templo antiguo y a la reproducción de la torre Eiffel, ubicada en la zona de Shiodome.


          ¿Nos ha gustado Tokyo?. Rotundamente, sí, aunque algo menos, que Seúl. Ha cumplido nuestras expectativas, pero con mucho cansancio y sin enamorarnos de la ciudad, sin encontrarle el alma y el aliento. Tendréis, que seguir leyendo, para daros cuenta, de que la urbe, que nos pone en Japón y de largo, es Kyoto

Cosas, que aprendí en Tokyo, durante la primera tarde (parte III, de III)

                                                         Todas las fotos de este post son, de Tokyo 
         No logramos entender -ni en la primera tarde, ni en todas las siguientes-, dos cosas bien evidentes, que parecen muy típicas e inevitables en el tercer mundo, pero, que chocan en el supuesto primer mundo.

          1ª.- Montoneras de bolsas de basura en los árboles, como en la España de los setenta, sin posibilidad de depositarlas en contenedores apropiados

          2ª.- Enormes monoraíles -que dan soporte a todo tipo de transporte-, elevados entre las principales arterias de la ciudad, provocando ruido y escasa visibilidad. ¡Que los haya en Bangkok, Delhi o Manila, es comprensible, pero en Tokio!

          El tiempo que se pasa en los semáforos es eterno -hasta tres minutos en una callejuela del tres al cuarto-, pero como el denso tráfico, parece que no funciona mal, los damos por bien empleados (ya nos acostumbramos a esto, hace un par de años, en Seúl).

          No nos engañemos, ni asumamos falsas esperanzas: conquistar un corazón japonés, resulta altamente costoso. Son fríos, como témpanos. Un ejemplo: tres chicas, que no se veían hacía tiempo, se emocionaron al reencontrarse, hicieron miles de reverencias con muchas sonrisas en los labios, pero nada de contacto físico

          Algo que nos encanta de Japón y que resulta novedoso en nuestros días es, que existen mapas de los interiores de las estaciones de ferrocarril, para que te puedas manejar en ellas. Son muy útiles, pero míralos parado, porque sino, la marabunta te arrastrará sin piedad.

          Un legendario mito tumbado, casi nada más llegar a Tokyo: nuestro primer tren en el país y era de cercanías, nos recogió con quince minutos de retraso

          Hablemos de los pachinkos, que son unos lugares insoportables, donde hay mucho ruido, muchos jóvenes mecanizados y con escaso cerebro, jugando a cosas, aunque no logramos entender, en ningún caso, ni la mecánica de los juegos, ni el objetivo a conseguir.

          Japón es el país de los pasos de cebra: en vertical, en horizontal o en oblicuo, da igual y todos entremezclados. Así, se solucionan los cruces, todos a lo bestia y sin rotondas (resulta especialmente mítico y sobrecogedor, el de Sibuya)

          Acabamos acostumbrándonos a la maldita manía de poner los precios de los supermercados sin IVA y luego, al pasar por caja, cobrártelo, con el suculento incremento. A mi, ¿que me importan los impuestos de Japón, si encima, no me los devuelven?

          En este ámbito, resultan curiosas las cajas, que te cobran solas -digamos, automáticamente- y que te entregan las monedas muy calientes. Cuando existe persona física, las charlas, que te dan las cajeras son contundentes, aunque saben, que no las entiendes (todo muy mecánico). Los supermercados -más bien, tiendas chinas gigantes y de varias plantas- Don Quijote -abren las 24 horas-, se muestran tan llamativos, útiles e inútiles, que no voy a dar más datos, para que los descubráis, personalmente.

          En los hoteles -no sé, en los de cuatro o cinco estrellas-, hay que descalzarse, sí o sí y no cabe ninguna negociación sobre el asunto.
Las bebidas alcohólicas de sabores, a precios imbatibles -unos sesenta céntimos la lata-, resultaron para nosotros uno de los grandes atractivos del país. Son cubatas de sabores, con unos 9 grados de graduación, que se adquieren bien fríos en supermercados, farmacias, tiendas de productos de limpieza e higiene.... Recomiendo, especialmente, el de mezcla de naranja y limón, aunque casi todos están buenos


          ¿Geishas, en Japón y por la calle?. Pues sí,que las hay y más, que en Tokyo, en Kyoto, sobre todo en la zona de Gion (la suya propia, que resulta deliciosa para pasear). Aunque, no llegamos a descubrir, si son verdaderas, maikos -aprendices de ese arte- o simples chicas con un disfraz, disfrutando del día.

Cosas, que aprendí de Tokio, durante la primera tarde (parte II, de III)

                                                                    Todas las fotos de este post son, de Tokyo

        Los esforzados nipones son expertos en le manejo del equilibrio en el transporte público a pesar de los frenazos y de las curvas. De hecho, en el metro, no hay casi sitio donde agarrarse. Mientras el vehículo circula a toda marcha, ellos juegan, de pie, a los Pokemon o hacen sudokus digitales. Mientras, otros duermen sentados, relajadamente, sin torcer la cabeza, en ningún momento o agachar la barbilla y ¡no se pasan de estación!.

          Apenas se ven bebes o niños de corta edad por las calles, en parques públicos o zonas de esparcimiento.

          Son frecuentes, los centros comerciales subterráneos eternos y no muy bien señalizados. Entre unas cosas y otras, no terminas de calcular, si pasas más tiempo bajo tierra que en la superficie. Aunque, esa impresión mejora con los días

          Las japonesas y los japoneses, nos parecieron menos feas y feos, que cuando los vemos en España u otras partes del mundo. ¡Deben mandar al extranjero a los menos favorecidos! Eso ya nos pasó hace más de veinticinco años, cuando fuimos a Alemania y descubrimos que no todos eran rubios.

          Abundan las chicas, ellos no tanto, con mascarilla en la cara por todas partes. ¡Hasta las cajeras de los supermercados!.

          Lo que comes -y esto es de lo más fascinante de todos estos esbozos-, sabe a lo que esperas y no, como en España, donde muchas cosas tienen un aspecto estupendo, pero no saben a nada. Muy parecido a lo que ocurre en Corea del Sur.

          Nos ha dado la sensación, de que pronuncian como escriben, porque siempre entendieron, donde queríamos dirigirnos, sin pestañear (igualito, que en India o en los países árabes).

          Los peatones son muy acelerados. Cuando vienen de frente, parece que te van a arrollar, pero en el último momento, se abren y cambian de trayectoria. Menos, claro está, en el famoso cruce de Sibuya

          Pocas cosas son caras en Japón, si exceptuamos los productos del supermercado. El transporte sale igual o más barato que en España y resulta más eficiente. Hoteles hay para todos los gustos, pero lo que si resulta prohibitivo son los bares y restaurantes.


        No es anormal, encontrarse centros comerciales excéntricos, que venden cosas -aparentemente irrelevantes o, al menos, no urgentes y que abren las 24 horas-, y seguro que les funciona, como negocio.

          Lo mismo te topas con tres supermercados en media hora, que con ninguno en un día entero. No hay normas, para un recién llegado acostumbrado a que en España haya dos o tres en cada barrio.

          Minimalismo: todo es pequeño en Japón. Los platos, las casas, las habitaciones de hotel, las toallas del baño (hemos tenido, que secarnos con una, de un tamaño inferior a una servilleta).

          En una tarde, no es fácil encontrar degustaciones gratis y deliciosas, pero con un poco más de tiempo y paciencia, das con los sitios donde probar las exquisiteces propias del país.

          Los frikis del manga, del anime, de los pachinkos, de las máquinas recoge-todo con el gancho -sean peluches, kinchi o hamburguesas- son pocos y no tan sobrevalorados como en occidente

          El rock japonés es muy bueno. Lo pudimos constatar, en directo, en el mismo hostel, donde nos trataron de engañar

          Nunca te cogen, ni te dan el dinero en la mano. Siempre tienes una bandejita para ese trámite.

          No hay gatos. No hay cibers -o están muy escondidos-, pero sí salas de relax para ambos sexos, aunque nunca revueltos.


          No encontramos borrachos durmiendo sus excesos, tirados por la calle. ¡Ni siquiera, nosotros!.  

Cosas, que aprendí de Tokyo, durante la primera tarde (parte I, de III)

                                 Sobre estas líneas, un retrete de Tokyo y debajo, fotos de la misma ciudad
          Normalmente, aprendo rápido, porque me encanta observar y además, nuestro aún no tan lejano viaje a Corea, me sirvió de nexo transmisor y de recuerdo, en nuestra primera tarde en la capital nipona. El orden de lo contado a continuación es, según lo fuimos viendo y no, por criterios de mayor o menor importancia.

          Empezamos descubriendo, en el propio aeropuerto, lo confortables que son los baños de este país, con tazas que se calientan, que emiten música o sonidos de agua corriente para evitar los ruidos o que evacuan automáticamente en cuanto te levantas, entre otras muchas opciones. Y, como añadido a tener en cuenta, en el centro existen numerosos baños gratuitos y todos se hallan inmaculados

          El acoso a los fumadores es tremendo y aceptado por los lugareños. En muchísimas calles está prohibido fumar y marginan a quien lo hace -de forma legal y establecida-, a callejones semivacíos y algo truculentos -para ser Japón-, donde además, han instalado maquinas de bebidas y tentempiés para acompañar al tabaco.

          No resulta nada extraño, después de unas pocas horas de estancia, toparse, constantemente, con operarios o voluntarios controlándolo todo, bien sea para que no te atropellen en un paso de cebra difícil, que no te caigas en una zanja - todos ellos vestidos como si fueran un árbol de navidad, en este caso-, ordenando la cola de un autobús o abriéndote los ascensores de cualquier edificio o centro comercial.

          Tokio se presenta esplendorosa, como una ciudad sin un solo papel en el suelo, con el mérito, como en Corea, de que no existen casi papeleras. Me toco llevar en la mano por más de treinta minutos de paseo, un folleto publicitario. Así, que os recomiendo, no cogerlos. ¡Y más de dos horas, una lata de alubias traída desde España y que nos sirvió de tentempié antes de empezar, a organizarnos!.

          Todo el panorama de un largo paseo está rodeado de edificios y, de repente, aparece un parque de atracciones, un templo milenario o un jardín espectacular. ¡Es la la leche!.

          Nos extrañó, que en un país tan avanzado, den bolsas para todo, aunque en los supermercados y en tu cesta, puedes incluir una tarjeta prefabricada -que está disponible en las cajas de salida- para indicar, que no la quieres. En estos establecimientos no existen paneles para detectar los artículos robados o portados por despiste y tampoco hay rastro de torniquetes en el metro. ¡Se fían de las personas!.

          Si quieres sacar dinero con una tarjeta extranjera, vete a una tienda de conveniencia -abierta las 24 horas-, como el Seven Eleven y no a un banco o cajero convencional. La tasa de cambio en los muy escasos garitos especializados resulta nefasta.

          La mayoría de las personas te da ayuda sin pedírsela, en el momento que detectan, que tienes alguna dificultad. Cuando se la solicitas, directamente, se vuelcan. Son muy educados, tranquilos -aunque los hemos visto alterarse- y respetuosos con las normas sociales, tradicionales o cívicas. Pero no bajéis la guardia, porque también pulula algún sinvergüenza, como el que nos intentó estafar dos mil yenes en un hostel, de Asakusa.

          Pero, como perfectos no pueden ser, apadrinan un enorme fallo: Tokio es una ciudad intransitable para los peatones, debido a las bicicletas -sí, otra vez, los ciclistas-, que campan a sus anchas por las aceras, cometiendo todo tipo de imprudencias, que son consentidas y fomentadas por las autoridades, supongo, que alegando la falta de espacio para construir carriles-bici


          Para terminar esta primera entrega, decir, que a los tokiotas -si así se los puede llamar-, no les gustan demasiado los perros, como mascotas.  

jueves, 21 de septiembre de 2017

Orientarse en Tokyo

                                                    Todas las fotos de este post son, de Tokyo (Japón)
          Quien se halle en casa, en las horas previas a su viaje, contemplando un plano de Tokyo, que amablemente, le ha enviado la oficina de turismo japonesa, pude acabar aterrado y con un buen ataque de ansiedad. Casi ninguna calle tiene nombre y el mapa del metro, el de la la Japan Railways y el de las distintas lineas privadas de transporte ferroviario, se muestran como el sudoku mas irresoluble del universo entero. Para colmo, uno siempre ha oído, que los japoneses, ni papa de inglés; muy amables, sí, pero poco eficientes y otro tipo de tonterías varias de quienes viajan queriendo ver lo que ven y no la realidad.

          No es, que yo esté proponiendo la desidia en la organización de viajes, pero cierto es,, sin embargo, que quien accede a los aeropuertos de la capital nipona, sin haberse preocupado de nada, acaba teniendo una vida más idílica. Te entregas en los brazos de la oficina de turismo y recibes folletos y carteles, donde se indica, que existe wi-fi gratis en todas las calles. Aunque no es una mentira rotunda, se deben tener en cuenta varios matices. Especialmente uno: en la mayoría de esas ofertas tan tentadoras, hay que registrarse en webs, disponibles solo en japonés o bajarte una compliacada app, lo que, evidentemente, no resulta posible, salvo que ya tengas otra conexión instalada.

          Todas la oficinas de turismo de Tokyo –y no son pocas- ofrecen ordenadores con conexión a internet gratuita, aunque en la mayoría de ellas, intentes lo que intentes, te derivan al google japonés -se admiten consejos de informáticos expertos- y son más lentas que las de cualquier hotel de cuatro euros de India o del sureste de África (en tres de ellas, nos fue imposible llevar a cabo una reserva con Booking).

           Pero, como siempre suele ocurrir en la vida, ni la cosa es para hacerse el harakiri, ni tampoco para bailarse unas rumbas. Para empezar, muchas de las calles de Tokyo, sí tienen nombre, aunque pueda costar encontrarlo. Cierto es, además, que el mapa general es complejo, pero se ofrecen otros por zonas, muy clarificadores y prácticos. Existen también, enormes planos en soporte mobiliario urbano en las áreas más turísticas del centro, cada quinientos o mil metros, indicándote, donde estás, de donde vienes y adonde puedes llegar (también colocan uno, en cada acceso al metro).

          Para distancias más largas, dentro de la amplia zona metropolitana, puedes tirar de los indicadores de la carretera, que resultan frecuentes o preguntar, como se hacía antiguamente -aunque a los más jóvenes, les parezca una osadía de lo más obsoleta- y suele ser una solución más fácil, que usar el GPS propio, sin conexión, por tres razones:
    -Ellos lo saben usar mejor y más rápido que tú. Comprobado, una y mil veces.

    -La mayoría habla el suficiente inglés -pese, a lo que muchas veces se ha dicho-, para que entiendas la respuesta, sino vas de chulo y prepotente por la vida

    -En muchos casos y si el lugar no es muy distante, te acompañaran a él, personalmente y sin compromiso
          Cuando tengas, que pedir información a alguien, no seas ambicioso. Es mejor poco a poco. Solicita datos sobre la siguiente estación de metro, edificio famoso, monumento o barrio. ¡Te sorprenderás de los resultados!.

          Utilizando todos estos sistemas, fuimos capaces de volver caminando, desde nuestro hotel, en las afueras -15 kilómetros- al centro, sin demasiado nerviosismo y recorrer los lugares más emblemáticos de Tokyo, andando, durante casi una semana.

          Solo tomamos el metro en dos ocasiones, porque nuestros pies no podían más. Sin hacer transbordo, el sistema resulta muy sencillo. Con él, ni idea, aunque parece más difícil e intimidante. Ya nos contaréis, si lo habéis hecho de esa forma.

Camino del Sol Naciente, con escala en Moscú

                                                              Esta y la de abajo son, de Tokio (Japón)
          Aeroflot, Aeroflot o Aeroflot. Como si fueran lentejas, que sino las quieres, las dejas, fue la única opción, que nos aparecía como accesible, desde hace meses, para volar a Bangkok, Delhi o Tokio, que finalmente ha sido nuestro primer destino.

          No suelo dedicar post a compañías aéreas, en concreto, pero dado que se ha tratado de un viaje tan lejano, quisiera daros algunas pistas, para que lo podáis valorar. Según mis investigaciones previas, a casi todos los destinos asiáticos, las escalas son o muy ajustadas -una hora- o larguísimas -14, como en nuestro caso-. Como siempre nos han dado tanto respeto los rusos -su fama les precede-, optamos por el lado conservador, dadas además, las no muy buenas críticas de las que siempre ha gozado la compañía.

          Partiendo desde la T1, de Barajas, debíamos llegar a la terminal D, de Moscú, pero sabíamos de antemano, que para enlazar con el siguiente vuelo se debe pasar un control de policía- estricto, aunque rápido, al menos, en la madrugada- y otro de equipajes, menos meticuloso. Si la cosa va bien, te puedes poner en el siguiente avión en 30 minutos (al menos, en su cola de embarque).

          Si se parte o se llega de la terminal señalada o de otras, como la E o la F, la buena noticia es, que están conectadas, peatonalmente por el interior, por lo que todo resulta muy sencillo. Para nuestra sorpresa, Sheremetyevo es muy paseable, a pesar de los enormes y cilíndricos cacharros del aire acondicionado, de estilo soviético.

          Todo es muy caro en este lugar, pero el ambiente resulta relajado, que no es poco pedir. Debes pagar tus compras en euros y raramente, te admiten dolares o moneda local. Aunque tu escala sea extremadamente dilatada, Aeroflot no te invita ni a un vaso de agua -en Rusia la del grifo no es potable, pero en el aeropuerto, existen bastantes fuentes de fresca agua mineral-, ni a una maldita bolsa de pipas, así, que llevaros unos tentempiés de casa. Se pueden encontrar algunas sillas de tres, donde tumbarse y nadie os levantará, aunque sean las dos de la tarde.
                                                 Esta y la de abajo son, del aeropuerto de Sheremetyevo, en Moscú (Rusia)
          Y, ¿sobre la compañía?. Pues en la línea -aunque, a la baja- de las de bandera europeas y muy lejos de las del Golfo o la de Turquía, las cuales, por otra parte, últimamente se han subido a la parra, en lo que al precio se refiere y por eso nos ha tocado entendernos con los rusos.

          Peculiaridades varias, que pueden resultar molestas, en periplos tan dilatadas: no sirven cerveza -al menos, en nuestros dos vuelos- y el vino te lo dan de una botella común y en vaso minúsculo, resultando ser peor que el de tetrabrik de supermercado y todo lo que debería estar frío y más, en pleno verano -zumos, coca cola, naranjada...- te lo entregan caliente.

          Tarda tanto en llegar la comida, que ya te has terminado la minúscula bebida y no se puede repetir, no habiendo en las bandejas envases de agua (tampoco la reparten entre comidas, aunque supongo, que si la suplicas, te la darán). De alcohol gratuito, aunque su fama etílica les preceda, nada de nada

          La comida, algo mediocre y escasa. Yo, que soy de quejarme poco y de atiborrarme en los aviones y de no dejar nunca nada, tuve que desistir por resultar incomestibles, los pankakes de vainilla del desayuno del vuelo largo, a Tokyo. Apestosos e intratables, acabaron sobre nuestros pantalones y camisetas, en vez de en el estómago.

          En el vuelo Madrid-Moscú, no hubo pantallas de entretenimiento. En el largo sí, pero sin películas en español y sin internet, para poder desplumarte vivo con el inasequible wi-fi de pago
                                                                                                        Avión de Aeroflot

          ¿Volveríamos a repetir? Sí, teniendo en cuenta, que con Turkish, -la siguiente mejor oferta en los buscadores- eran 120 euros a mayores, por billete. Y, también, porque en este caso concreto, el recorrido se antoja bastante recto: tres horas menos -sin tener en cuenta el tiempo entre escalas -que por otra parte, fue similar-, que las que invertimos en arribar, a Seúl, hace año y medio, estando Tokyo mas lejos).