Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

domingo, 12 de agosto de 2012

Entrando como ilegales en Indonesia


                                            Yogakarta (Indonesia)
De milagro, hemos vuelto al hemisferio sur, donde pasamos tan lindos momentos en el anterior viaje por Sudamérica. Sin embargo, el reencuentro con la mitad inferior del planeta, no ha sido el esperado., porque Jakarta, donde nos encontramos, ha desplazado a Phnom Penh, como la ciudad más inhóspita por nosotros conocida.
                                                                                  Afueras de Jakarta (Indonesia)
            Indonesia es el 23º país del viaje y el 73º de nuestra andadura viajera. El lunes a las 8 de la noche, tomamos un vuelo desde Kuala Lumpur a la capital de este enorme archipiélago. Íbamos realmente acojonados, porque sabíamos que en inmigración, nos iban a pedir un boleto de avión para salir del país, que de momento no tenemos, por el puto problema de las tarjetas de crédito, que nos vuelven a dar error, para reservas pasajes por internet. Y para colmo, en nuestro banco se están portando como unos cerdos, escurriendo el bulto y dejándonos tirados a casi 15.000 kilómetros de casa.  
               Surabaya (Indonesia)
            Después del primer desconcierto en el aeropuerto de Jakarta, accedimos a la oficina de visados. Pagamos los 25 dólares cada uno por la visa de entrada única y de máxima estancia de un mes y seguidamente, nos empezaron a interrogar por el boleto de vuelta. Nosotros nos habíamos puesto de acuerdo en responder un vuelo concreto (Surabaya-Kuala Lumpur, 10 de septiembre, 12,25 horas), para salir del paso y en este primer punto lo conseguimos, sin excesiva dificultad. Pero en el puesto de inmigración, donde ponen el sello de entrada, las cosas se tornaron muy complicadas. Nos había tocado un funcionario de los estrictos, que se negaba a dejarnos pasar si no le presentábamos el maldito boleto impreso.
                                                                                       Bali (Indoneisa)
            Y nosotros haciéndonos los tontos, como que no entendíamos nada. Y el tío "print, print (impreso)". Y nosotros respondiendo "cibercafé, internet, only e-ticket" (billete electrónico solo). Nos la estábamos jugando, porque si nos hubiera llevado a un ordenador a que lo imprimiéramos nos hubieran pillado en la mentira y las cosas habrían sido bastante más chungas. Pero, afortunadamente, no ocurrió así.

            Cuando nuestra deportación, como la de cualquier cayuquero del Senegal, parecía inminente, debió ser nuestra fingida y exagerada cara de pena, lo que reblandeció su áspero y duro corazón y a pesar de que nos parecieron horas, fueron en realidad un par de segundos, los que desde ese momento, tardamos en escuchar el ruido del sellador sobre el pasaporte. Y más buenas noticias, porque Air Asia no nos había perdido los equipajes.
                Borobudur (Indonesia)
            La situación había sido tan jodida y la tensión acumulada era tanta, que hasta nos hicieron gracia los pesadísimos taxistas que hay a la salida de la terminal aérea y comenzamos a vacilarles. En el sudeste de Asia,a siempre te entran de las dos mismas formas:

            -Where are you from? (de donde eres?)

            -Where are you going? (adonde vas?)

            Tan cansados de estos soniquetes, ya hace tiempo que contestamos dos respuestas, que les dejan descolocados o les hacen reír.
                                                                                                        Surabaya (Indonesia)
            A la primera:  We are from Cambodia, and we are very, very poor (somos de Camboya y realmente somos muy pobres).

            A la segunda: And you, where are you going (y tu, donde vas tu)

            Como el vuelo llego con bastante retraso y debido también a los largos y duros tramites de inmigración, había entrado la madrugada, con lo que nos resultaba imposible llegar a Jakarta –a 37 kilómetros- y buscar alojamiento. Pensamos quedarnos unas horas en la terminal, pero temíamos que apareciera por allí el de inmigración y nos dijera que si además de no tener vuelo de retorno, tampoco pensábamos tomar alojamiento.

            Así que cogimos el bus hasta la ciudad y nos echamos a dormir en el suelo de la estación de trenes. Esto nunca se podría hacer en Hispanoamérica y es arriesgado en Europa, pero el sudeste de Asia es muy seguro y te puedes dormir tranquilamente, aparcando tu equipaje al lado. La prueba es que en el aeropuerto de Kuala Lumpur, dejamos olvidado el paraguas que robamos en el templo hindú de Singapur en el hall, durante dos horas y al volver estaba allí.
                Surabaya (Indonesia)
            Por otra parte, la poca policía que hay, no te dice nada por verte tirado en el suelo. Tienes que cumplir a rajatabla sus estúpidos tramites de inmigración, pero luego puedes andar tirado por ahí sin problemas, como un mendigo.

            Como no nos dormíamos, nos dedicamos a practicar el deporte nacional de esta zona del planeta, que no es el badminton, sino la caza de mosquitos a palmadas. Se le acaba cogiendo vicio. ¡Como pican los jodidos. Son casi del tamaño de garbanzos!.

            Al amanecer, nos deleitamos con los cantos del muecín de la cercana mezquita y nos pusimos en marcha, para buscar alojamiento. Entramos en cuatro cajeros automáticos, para sacar dinero con la tarjeta de debito, pero en ninguno de ellos conseguimos obtener la plata solicitada. La desesperación se hizo total. Estábamos con las tarjetas de crédito no operativas y ahora  con las de debito también inhábiles. Y solo en efectivo, con el equivalente a 10 euros en rupias indonesias, cambiadas en el aeropuerto……..
                                               Atardecer en la balinesa, Khuta (Indonesia)
            ……Menos mal que en esta ocasión, el problema resulto ser de los bancos y no de las tarjetas y al quinto intento, logramos un buen fajo de billetes.

            PD: La frase del viaje, la escribió el otro día mi chico en su diario y es: “Y a pesar de todo, nosotros seguimos como si nada”.

viernes, 10 de agosto de 2012

Surrealismo en Singapur


Hemos vuelto hace una hora de Singapur. Es un país que no parece del sudeste asiático, sino cualquiera de Europa. Allí son realmente estúpidos y tengo que ser así de tajante, sin más rodeos. Esta prohibido hasta comer chicle –con matices-. Y como esa, otro montón de leyes ridículas.

En la entrada al país, se encadenaron una serie de sucesos, que nos pusieron de los nervios. Como tenemos el pasaporte tan usado (y hasta pegado con pegamento), el escáner no lo leyó y por ese simple hecho, nos llevaron a una habitación aparte, donde tardaron un rato en atendernos y a mi chico, le estuvieron interrogando, sobre si teníamos dinero, los días que íbamos a estar en su territorio y si poseíamos boleto de vuelta. Y también algunas cosas más personales. ¡Vamos, casi como si fuéramos terroristas!.
                                                             Todas las fotos de este post, son de Singapur
Al final nos pusieron el puto sello, pero en el control de equipajes, el poli de turno me hace abrir la mochila, porque ha visto por el escáner, que llevamos tres latas de cervezas y media botella de vodka y nos dice, que no se puede meter ni un solo centilitro de alcohol en el país. Le explicamos y es verdad, que las cervezas son para nuestra colección y al final nos deja pasarlo todo, mientras nos perdona con un altanero gesto, la vida.

En ambos procesos, ha transcurrido media hora y el autobús se ha marchado sin nosotros y sin avisar, después de tener pagado el boleto hasta el final del trayecto. Nos han dejado tirados en medio de la nada y lo peor: sin ringgits de Malasia y sin dólares de Singapur. Y para colmo, tampoco hay cajero automático.

Una amable policía -la única en todo el santo día-, trata de que en otras compañías de autobuses nos traten de coger hasta la capital, pero todas nos quieren cobrar. Cruzamos a un centro comercial, donde hay un chiringuito de cambio, pero no cambian ni dólares norteamericanos ni euros. Surrealista, ¿no?. Pues no tanto, porque tras unas horas en Singapur, lo surrealista ya te parece lo más normal..

Encontramos otro y aquí si pudimos obtener la preciada divisa del micro estado. El autobús publico cuesta en total 3,40 dólares de Singapur. Pagamos con cinco y nos dice que allí no dan la vuelta, así que nos da tres boletos. Como le comentamos que uno no lo queremos, lo tira por la ventana y mete el billete en una caja fuerte, de donde ya no puede salir. Le mandamos a la mierda y le insultamos, pero le da igual. El dinero no lo devuelve. Surrealista, ¿no?. Pues lo dicho: No tanto

Llegamos a la ciudad. Los hoteles son carísimos, así que tras mucho buscar, encontramos uno por 25 euros, que es más del doble de lo que pagamos por noche en Malasia. Vemos a gente muy colorista -fundamentalmente hindú-, que se amontona en las escaleras o que baja por ellas. Los que esperan lo hacen con impaciencia, mientras que los que descienden traen cara de felicidad. ¡Que raro!. Cuando llegamos a nuestra planta, oímos a gente follando como locos. Deducimos, claro esta, que parte de las habitaciones son por horas y por eso unos esperan impacientes y otros bajan con cara de suma satisfacción
            Ayer domingo se paso todo el día lloviendo, como no vimos jamás. Tuvimos que mangar un paraguas en un templo hindú y aun así nos empapamos. Pero al final, conseguimos ver la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos, entre gemido y gemido.

Como veis, nuestra vida es realmente divertida y movida.

En Malasia para siempre, por culpa del banco

Llevamos casi cuatro horas, metidos en este ciber de Kuala Lumpur y durante medio minuto, se ha caído la conexión, debido a la tremenda tormenta vespertina, que inunda el exterior, hasta superar el agua, la altura de los bordillos y que repicotea en el techo del edificio, como si en vez de gotas, estuvieran cayendo naranjas.
                                                                                                Cuevas Batu (Malasia)
            Y no es que estemos aquí durante todo este tiempo, por ser adictos a la red o para guarecernos del agua. El problema  nos lo están generando, las malditas tarjetas de crédito, que nos dan error, tanto con Air Asia como con Lion Air, para reservar un vuelo de Singapur a Bali y otro, de Jakarta a Kuala Lumpur. Lo hemos intentado al menos, quince veces con cada compañía y siempre nos da error, que por las pistas que tenemos, no es de la s aerolíneas –porque ya hemos reservado con ellas, con esa misma tarjeta-, ni de visa, porque utilizando otra de esa clase –que no podemos usar tampoco, porque le han metido un nuevo dígito de seguridad, que no tenemos-, si da acceso. La culpa claramente, es del banco, de la maldita Caja de Madrid.
  
            He cogido tal destreza con la web de Air Asia, que creo que nadie en el mundo, sería capaz de hacer una reserva, más rápido que yo. Y también me sé de memora, el número de todas las tarjetas. Pero el  desarreglo es, que tengo la cabeza más embotada, que si estuviera estudiando la teoría de la relatividad. Estoy a punto de gritar: ¡Baaaaastaaa!.
                     Melaka (Malasia)
            Y nosotros, que con el sol en lo alto, nos habíamos ido esta mañana, tan contentos a las cercanas y bonitas cuevas Batu, pensando que a la tarde, íbamos a cerrar nuestro periplo por Indonesia. Pero ahora nos da la sensación, de que nunca saldremos de Malasia. Viviremos aquí de por vida, seremos malayos de pro –aunque no callos-, esperando el fin de nuestros días y animaremos a su equipo olímpico, que mañana disputa una final de taekwondo. “ra, ra, ra, Malasia ganará”. Y si queremos ir a Indonesia algún día, tendremos que hacerlo por tierra, ¡¡cruzando Sumatra enterita!!. ¡¡Oh, Dios!!.
                                                                            Kuala Lumpur (Malasia)
            Hace dos días que partimos de Vietnam y ya lo echamos de menos. Es paradójico, porque cuando andábamos por allí, estábamos hasta las mismísimas narices. Es del único país, del que en un momento dado, nos planteamos irnos antes de tiempo. Afortunadamente, no lo hicimos. Ahora todo son buenos recuerdos y unas fotos espectaculares, de sus mercados y sus gentes. Inigualables. Pero cuando estás allí, el permanente acoso de las motos, la mala educación y las ganas de sacar partido económico de los vietnamitas, te hacen ver las cosas, de forma diferente. No he visto pueblo en todo el planeta, más grosero y descortés, ni por otra parte, país tan extraordinario.
            Kuala Lumpur (Malasia)
            El cambio al llegar a Malasia ha sido brutal, aunque no sé, si para mejor o para peor. A falta de visitar Singapur, este país es lo más parecido a occidente que hemos visto, desde que volamos a Bangkok. Las cosas y acontecimientos, siguen un curso lógico y ordenado, la gente no agobia y hasta el tráfico –aunque no siempre-, es más respetuoso y relajado

            Pero hemos perdido mucha calidad de vida. El alojamiento cuesta más del doble y es seis veces peor que en Vietnam. Y para que hablar de la comida de aquí, tan vulgar, comparada con las exquisiteces vietnamitas, que hemos degustado durante más de dos semanas. Y encima en Malasia, como país musulmán que se precie, la cerveza tiene un elevado impuesto especial, que la convierte de facto, casi en producto prohibido, para los presupuestos ajustados.

            Nuestras intenciones futuras, pasan por subir hasta Georgetown y Lankawi y luego ir a la zona de Perhentian y Kota Bahru, en el lado este del país. Luego bajaremos a Melaka, para terminar en Singapur. Eso claro está y como he dicho antes, si no nos toca quedarnos aquí para siempre, a causa de las puñeteras tarjetas.
                                                                                Butterworth (Malasia)
            Bueno. Os dejamos, que parece que escampa. Así que vamos a dar una dilatada vuelta, por el fantástico mercado nocturno de Chinatown –donde hay  de todo, casi menos chinos-, una de las principales atracciones, de esta fascinante ciudad. Ayer estuvimos en las Petronas y flipamos bastante.

jueves, 9 de agosto de 2012

Cuando la ciudad es más selva, que la selva (parte II de II)


           Hanoi (Vietnam)
            2º.- Cuarto de hora antes de la hora prefijada, a las 7,15, ya estamos muertos de frío en el interior del autobús, que nos debe llevar a Nha Trang. Pero no salimos hasta las ocho y diez, porque al resto del pasaje, lo van trayendo poco a poco y porque el motor no arranca, durante más de diez minutos. Suena fatal y está en unas condiciones pésimas, hasta para quienes no entendemos de mecánica. Nunca debimos permitir –el pasaje está compuesto mayoritariamente por extranjeros-m que ese autobús saliera de la estación. Debimos exigir que nos pusieran otro. Pero no lo hicimos y así nos fue.

            Como el maletero está sucio y con agua, todos los equipajes tienen que ir apilados en asientos vacíos o desparramados por el manchado suelo. El autobús es más sucio y roñoso, que el que nos trajo de Mui Ne, record que parecía difícil de superar.

El paisaje es montañoso y a los lados hay precipicios, pero la carretera no está mal de firme. Tres horas  después de la partida una chica, con la que ya habíamos coincidido en el bus a Dalat y que tiene problemas urinarios, necesita evacuar. El autobús para a un lado de la carretera y ya aprovechamos casi todos. Al intentar marcharnos, no hay manera posible y como era previsible el maldito motor no arranca.
                                                                  Dalat (Vietnam)
El conductor trata de arreglar la avería sin éxito (no da la sensación de que entienda mucho de mecánica). Un pasajero australiano, que parece que algo más avezado en esa materia, también fracasa en su intento, de poner el vehículo en marcha. Así que toca empujar, cosa a la que mi chico y yo nos negamos, porque no hemos pagado, para que nos traigan en un vehículo de estas condiciones. Pero siete u ocho musculines, si se animan inmediatamente. Tras 200 metros de impulsos, el autobús sigue sin arrancar.
Camino de Nha Trang (Vietnam) 
Efectuamos una parada de cinco minutos, en la que el conductor habla por el teléfono móvil. Le han debido decir, que sigamos empujando, porque los musculines –que ahora se han despojado de la parte de arriba de sus ropas-, vuelven a arrastrar al vehículo, al menos otros 300 metros más. Y todos los demás, detrás andando. No pueden más y lo dejan. Su jadeante respiración, denota que están agotados y que mañana tendrán unas cuantas agujetas.

Como casi siempre en estos casos, nosotros somos los que más nos enfadamos, aunque cierto es, que el joven conductor no tiene la culpa. Nos ha contado, que gana un millón de dongs al mes (unos 40 euros) y si trabaja mucho y duro, medio millón más. El calor tropical de la jungla, nos está matando por momentos y como de costumbre, no llevamos agua y comida.  
                                                                                                         Hoi An (Vietnam)
            Una vietnamita, que está casada con un francés, nos va traduciendo al inglés todo lo que ocurre. Es tan políglota como crédula. Al comentarnos, que van a traer un nuevo autobús de reemplazo, que llegará en una hora, mostramos nuestra desconfianza, dado que Dalat está a tres y Nha Trang a más de dos, así que no creo, que tengamos un nuevo vehículo en ese tiempo. Menos ma,l que la vietnamita-francesa lleva agua de sobra y se decide a compartirla con nosotros, cuando le lloramos un poco.
 Nha Trang (Vietnam)
Paseamos a un lado y al otro de la carretera, a ver si encontramos algún sitio civilizado, donde avituallarnos. Pero solo hay una pequeña aldea con cuatro casas, vacas y cerdos. Bueno y con un maleducado conductor de mototaxi, con el que casi nos terminamos pegando. ¡Si es que hasta ni en el centro de la jungla,  te puedes librar de ellos!.

Al contrario que nosotros, la mayoría de la gente, ha reaccionado con paciencia y con buen humor. Se nota que no es la quinta vez, cosa que si nos ocurre a nosotros, que se quedan tirados en las carreteras del sudeste asiático, en sólo 40 días. Entablamos amistad con el australiano. Es agradable y hablador. Otros pasajeros, con los que a lo largo del día, entablaríamos conversación, son –
                                                Dalat (Vietnam)
-Seis israelíes –cinco chicas y un chico-, que nos invitan a galletas y lacasitos, que nos saben a gloria

            -Un matrimonio vietnamita, con un niño. Ella tiene bastante carácter y sabe enfadarse, cuando resulta necesario. Ha llamado a la compañía de autobuses muy indignada y al menos, ha conseguido, que el conductor pague a un mototaxi, para que nos traiga un par de cajas de botellas de agua, de las de litro y medio. Nos ha dado pan para que comamos. Esa será nuestra única comida a lo largo del día, hasta la llegada a Nha Trang, además de unos plátanos que reparte otro pasajero y un paquete de chucherías asiáticas, que habíamos comprado en el mercado de Dalat, la tarde anterior.
Dalat (Vietnam)
-Los fiesteros. Dos británicos (uno de ellos es el que reparte los plátanos), que no viajan juntos, pero en este rato han trabado amistad. Uno toca la guitarra y canta muy bien, versiones de clásicos del pop británico, aunque su voz se va aflautando, a medida que inician su segundo litro de vino. Gente muy sana, con la que más tarde, compartiríamos unas cervezas, unas risas y mucha conversación.

Son las 15,30 horas y por fin llega el autobús de reemplazo. Es mucho más nuevo. Pasamos a la altura de un restaurante de carretera y nos preguntan si queremos comer, pero todos tenemos más ganas de llegar a destino que otra cosa, así que continuamos, hasta que a los 20 minutos, se rompe de nuevo el autobús. La verdad es, que nos ha debido mirar todo un congreso de tuertos, que se debe estar celebrando por aquí cerca estos días.
                                                                                                                                      Nha Trang (Vietnam)
Al lado hay un café muy básico donde venden especialidades locales de jugos, que resultan un poco asquerosos. El inglés de la guitarra, ha decidido mezclarlo con ginebra, para mejorar el sabor. Poco antes de volver a subir al autobús, descubrimos un chiringuito algo más alejado, donde venden cerveza y los británicos y nosotros, nos aprovisionamos.

Pero antes, hemos tenido que pasar 1 hora y 25 minutos, nuevamente parados. A casi las seis de la tarde, cerca de doce horas después de subir al primer autobús, concluimos los aproximadamente 200 kilómetros, que hay entre Dalat y Nha Trang.

Besos a todos desde Hue. Estamos cansados de este país, pero no sé por qué exactamente, la intuición nos dice, que cuando nos vayamos de aquí, lo vamos a echar mucho de menos.

Cuando la ciudad es más selva, que la selva (parte I de II)

                                                                                                                                  Dalat (Vietnam)
Después de llevar nueve días en Vietnam, nunca más volveré a decir, que España es un país diferente. Esta nación y sus pobladores, si que son realmente distintos, a casi todo lo conocido.
                                                            
Por un lado porque aquí, muchas de las cosas se basan en la lógica inversa. Así por ejemplo, es bastante común –como nos ocurrió el otro día al abandonar Ho Chi Minh-, que vaya habiendo cada vez más atasco, según te vas alejando de la ciudad; que por las aceras circulen vehículos de todo tipo y a los peatones nos toque ir por las aceras; que le estampes a un vietnamita, una lata de cerveza en la cara, porque te ha atropellado levemente y no ponga un mal gesto, pero simplemente, si le rozas la motocicleta sin querer, se ponga como un energúmeno. Porque eso de que los asiáticos no se enfadan, vamos a dejarlo a parte. Pero sí, en este país, la moto vale más que la propia vida.                 Hue (Vietnam)

Y por otro, porque en muy pocos lugares, como sucede aquí, te están pasando cosas imprevisibles –unas mejores, otras peores-, cada cinco minutos. Es hartamente baldío, hacer una planificación diaria, porque la realidad, te la tirará por los suelos. Más que un país, es una montaña rusa, donde no sabes muy bien si toca subida o bajada o si la pendiente, es más o menos empinada, que la anterior. Como muestra, os relatamos dos, de los tantos acontecimientos vividos, desde nuestra llegada a Vietnam.

1º.- Acabamos de comer opíparamente en Ho Chi Minh. Nos quedan de ver dos pagodas, que están algo alejadas y decidimos emplear la tarde en esa labor. Después del largísimo paseo que nos damos, no son nada del otro mundo y cuando estamos en el punto más alejado de nuestra zona de alojamiento, el cielo se cubre de negro y sin más preámbulos, comienza a diluviar.
                                                                                                     Hue (Vietnam)
            Nos tenemos que refugiar bajo el toldo de una zapatería, que se convertirá en nuestro hogar, durante las dos horas y media siguientes. Al lado, una señora vende bocadillos que no se come ni ella, porque compra arroz con cosas verdes –también la zapatera-, a una niña que pasa vendiéndolo. 

Ayer, que apenas habíamos abandonado los alrededores de la avenida Le Loi –la principal-, esta ciudad nos había parecido moderna, pero cuando te sales de ese entramado de calles, es tan desamparada, dejada y deprimente, como las que hemos visto en Camboya, aunque con menos basura y polvo por las aceras.

Una tormenta se va enlazando con otra. Hay que salir de aquí, pero no para de llover. En la calle, la lluvia ya no cuela y la capa de agua  sobrepasa los 10 centímetros. ¡¡”Joder. 10 días y a todas horas con el coñazo del tuk tuk Sr y ahora que lo necesitamos no hay ninguno”!!. Solo hay bicitaxis de un pasajero, mototaxis (ni pensarlo) y algunos –muy pocos- taxis, que van todos ocupados. Observamos que en el ático de enfrente, como la terraza se les ha inundado, la vacían a cubos, tirándolos desde lo alto hacia la acera.
 Hue (Vietnam)
La lluvia afloja un poco y nos decidimos a emprender el camino de retorno. Lo peor no es lo que aún sigue cayendo, sino los enormes charcos fangosos, en los que irremisiblemente te acabas metiendo, dado que por aquí, el alumbrado público es escaso y a veces inexistente. Los canalones parecen las Cataratas de Iguazú y las motos, aparcadas bajo los lugares cubiertos y en las aceras, te echan directamente al asfalto, donde te encuentras con más motos, pero ahora en amenazante circulación  Además hay que esquivar postes, cables y árboles cuyas raíces, sobresalen en cinco metros a la redonda.

Un grueso árbol ha caído sobre un coche. Como tapa la carretera, las motos nos pitan con insistencia, para que no les entorpezcamos el paso y desalojemos la acera. Más adelante, vemos una moto aplastada debajo de la rueda de un coche. Sin noticias de su propietario. ¿Estará todavía en este mundo?.
          Na Trang (Vietnam)
Y ya casi llegando a la calle Le Loi, encontramos a unos operarios, que han abierto una alcantarilla, que no tragaba y que ha ocasionado una inundación en un par de manzanas. No me extraña. De ella han sacado ruedas de moto, trozos de la tapicería de coches, ramas y toda clase de basura. Cuando terminan con la limpieza, va más suelta que las alcantarillas de Managua (que son enormes agujeros negros sin rejilla). 

Poipet, ciudad sin ley

                                          Templos de Angkor, en Siem Reap (Camboya)
            Nos encontramos en Siem Reap (Camboya) y como otras muchas tardes a última hora, aquí andamos, trasteando en el cíber, para evitar la intensa lluvia, que tras caer del cielo, deambula a su antojo y sin gobierno, en todas las direcciones.

            Sin embargo, aún estamos emocionados por la visita de hoy, en la que hemos recorrido a conciencia, una de las mayores joyas del patrimonio universal: Los maravillosos templos de Angkor. Hasta ahora y sin duda, lo mejor del viaje. Una sola y exclusiva visita a este recinto, justifica pegarse la paliza en avión hasta aquí, desde cualquier parte del mundo.        Poipet (Camboya)

            Llevamos ya casi una semana en este país. Atrás quedó Laos y un breve retorno a la plácida Tailandia. Pero esa relajación y quietud, que nos proporcionaba el país de la eterna sonrisa, fue quebrada bruscamente, nada más poner el primer pie en la caótica Poipet, quizás el lugar más inhóspito del mundo, que hasta la fecha hayamos visitado.

Y la cuestión, es que nada hacía presagiarlo. Salimos de Tailandia y cruzamos la frontera de entrada a Camboya. Avanzamos por un camino perfectamente asfaltado, dejando a los lados, enormes y lujosos casinos y algunos hoteles de postín. Cruzamos una puerta y, de repente y como si hubiéramos atravesado el túnel del espacio y del tiempo, nos encontramos ante la pobreza, ante la más absoluta miseria y el más intenso y perpetuo caos

            No habíamos acabado de ver tal estampa, cuando ya estábamos rodeados de cuatro tuktukeros –conductores de tuk tuk-, que con una agresividad inusitada (solo les faltó cogernos a lazo, arrastrarnos y meternos en el tuk tuk), nos asediaron, buscando llevarnos al sitio más lejano posible. Aquí los tuk tuks no son como en Tailandia. Son una moto, con una cabina (más bien caja) al lado para los pasajeros.
                                Poipet (Camboya)
            Nuestro plan era ir a la estación de autobuses –que según habíamos leído en la guía, esta a unos pocos kilómetros- y de allí tomar un autobús para Sisofón. Pero nadie nos quiso llevar hasta el primer punto y para el segundo destino, apenas a una hora de aquí, nos pidieron el equivalente a veinte euros.
                                                                               
            Decidimos ponernos a andar hacia delante, a ver que es lo que ocurría. Se supone que en la que estábamos, es la calle principal. Está sin asfaltar y con montoneras de tierra y basura a los lados. Luego, una corta llanura llena de enormes charcos, da acceso a los puestos ambulantes, que se colocan delante de las destartaladas casas.

            Circulan todo tipo de cacharros, levantando un polvo espantoso, que se te mete entre los dientes. Hay hombres, que a modo de bueyes, tiran de alargados carros llenos de casi todo, pero fundamentalmente, de vegetales y hierbas.
                                                     
            Llegado un momento, a nuestro lado se para una especie de troncomóvil, parecido al de los Picapiedra. En él van una pareja de alemanes, con cara de aturdidos. Les han pegado una buena estocada, al sacarles 50 euros por llevarlos hasta Siem Reap y quieren minimizarla convenciéndonos de que vayamos hasta allí, para compartir gastos. Pero en ese momento, ya habíamos decidido negarnos a ser extorsionados, una vez más en este país. Más adelante, otro extranjero trata de convencernos de lo mismo. Los guiris caen como moscas, en las telas de araña de estos desaprensivos sin escrúpulos.                        Poipet (Camboya)

            Seguimos andando y a cada paso escuchamos el aburrido “Where are you going”?. Nunca en mi vida, lo habíamos oído tantas veces. Desconcertados, volvimos sobre nuestros pasos, a ver si era posible que desde el punto donde habíamos entrado, hubiera algún tipo de transporte público, con destino a la estación.

            Pareció en un principio, que habíamos tenido suerte. Se hallaba un autobús aparcado, que nos acercará y encima, gratis. Dios aprieta, pero no ahoga. Montamos y nos asfixiamos de color. Otros dos guiris, ya están sentados y nos prestan una toalla, para secarnos el sudor. El autobús se puso en marcha y efectivamente, es sin cargo. La sorpresa viene, cuando conocimos el destino: Una guset house, donde o bien, te ofrecen alojamiento o  un taxi a Sisofón, por ¡!45 euros!!. Y Una tercera alternativa: 10 euros cada uno en un autobús que encima, no salía hasta dentro de cinco horas. ¡¡A la mierda con estos cerdos!!
   
         Cambiamos de estrategia y decidimos quedarnos a dormir y así por la tarde, investigar la forma de salir de aquí, sin enriquecer a nadie. Es ya más por dignidad, que por desperdiciar un poco de dinero. En teoría, en este país se circula por la derecha, pero aquí cada uno va por donde le da la gana, especialmente las motos. Nunca estuvimos en el lejano oeste, pero esto nos lo recuerda bastante. Solo hace falta un cartel a la entrada, en el que ponga: “Poipet. Territorio sin ley”.
             Phnom Phen (Camboya)
            La mayoría de los lugareños no habla inglés, cosa que nos alegró bastante. Porque los que lo hablan, se dividen en dos grupos: Los que te quieren engañar y los que te quieren estafar.

            Tras tomar habitación en un hotel, establecimos las grandes líneas, los grandes objetivos para la jornada de hoy, que nada tienen que ver con visitar ruinas, parques naturales, templos o bellos museos.

            1º.- Encontrar cerveza a un precio de camboyano y no al disparatado precio de guiri, que nos han pedido antes. Lo conseguimos, después de preguntar precios en más de 20 sitios.

            2º,. Comer algo. También cuesta. Todos los restaurantes que hay son de calduverios y el único supermercado que existe, es caro y bastante desabastecido. Sin contar que el dueño, te va persiguiendo para que no te lleves nada sin pagarlo. Pero lo entiendo, tal como es la gente allí. Finalmente, nos decantamos por el calduverio.
  
            3º.- Encontrar un medio de transporte –sea el que sea-, que no saque de aquí, mañana por la mañana, hacia cualquier parte, pagando precios de camboyanos.
                                                                                               Kompong Thom (Camboya
            Hay numerosos puntos, donde anuncian buses a Phnom Penh a precios razonables (25.000-30.000 rieles), pero o no hay nadie informando o los que lo hacen son difusos, en cuanto al punto de partida, así que decidimos no fiarnos y no comprar el billete por anticipado.
                                                                                                                                             
            Decidimos ponernos a caminar por la carretera. Si la estación de autobuses está a cinco kilómetros, como pone la Lonely, la acabaríamos encontrando. Pero desistimos antes de hacer siquiera la mitad, porque resulta más duro hacer ese camino, que un trekking por el parque nacional más exigente. Calor, humos de camiones enormes, baches, polvo, basura, motos asediándote… No me extraña que muchos motoristas y peatones, vayan con la mascarilla puesta.

            ¿De qué vivirá allí la gente?. No llegamos a saberlo muy bien, pero nos intriga, que se están todo el día transportando, de un lado a otro con la moto. ¿Y de dónde sacarán los 1.000 euros que hemos visto, cuesta un ciclomotor en una tienda?.
            
            Es en Poipet, donde empezamos a tener contacto con los mototaxis, que nos están acompañando a lo largo de toda Camboya. No es otra cosa, que una moto normal –más bien tirando a muy cutre-, en la que vas de paquete. Nos la ofrecieron por primera vez aquel día y pretendían llevarnos a los dos en la misma y ¡¡¡con las mochilas!!!.
              Templos de Angkor, en Siem Reap (Camboya)
            Las infraviviendas de Laos son palacios, comparados con las de Poipet y los puestos cutres de Luang Nam Tha, parecen El Corte Inglés, si miramos los de allí. 

            Fuera de la principal y de una paralela semiasfaltada, las demás calles son barrizales y vertederos llenos de basura -alguna la estaban quemando allí en medio, con viviendas prefabricas de chapa y las ratas correteando, entre las gallinas y los niños. Estos, como siempre en Asia, no pierden la sonrisa y la curiosidad. Esperamos que tanta humareda, procedente de las basuras quemadas, ahuyentara también a los mosquitos de la malaria.

            Y es que Poipet, era una zona selvática de malaria endémica, hasta que Tailandia prohibió el juego en su territorio. Al abrigo de esta frontera, que no era ni de tránsito de personas, Camboya albergó los casinos. Muchos pobres, procedentes de las zonas rurales del país, creyeron que aquí iban a encontrar el dorado y lo que finalmente hallaron, fue una miseria mayor, que la que habían vivido. Ahora esa localidad, se divide en dos: A un lado, los casinos de las llamadas Las Vegas camboyanas. Al otro y como ya he dicho, la miseria más absoluta que vimos jamás (no hemos estado en el África Negra).

            El peregrinar por las carreteras de Camboya, ha sido una auténtica sucesión de sombrillas. Creo, que es el país que más tiene en el mundo. Pero no son para ir a la playa, como ocurre en Europa, sino para proteger los destartalados puestos, del sol de justicia del día.

miércoles, 8 de agosto de 2012

De las almorranas, al derrumbe

                                                                                                                                                   Huay Xai (Laos)
Llevamos una semana en Laos y nos están empezando a salir champiñones por las piernas y los brazos. ¡Vaya forma de llover!. Y es que, nos estamos zampando la época de lluvias enterita. ¡Es horrible, esa sensación de tener todo el santo día, los pies mojados y bañados en agua caliente!. Porque en esta zona tropical del mundo, el agua de lluvia es algo más que tibia. Aquí los zapatos y las deportivas, en esta época del año, van directos al armario. Todo el mundo en zapatillas y cuanto más abiertas, mejor
                                        
Aunque donde realmente –y no en sentido figurado- me han salido tres champiñones, uno más grande y dos más pequeños, es entre las dos paredes del culo, dado que llevo ocho días con unas terribles almorranas, que hasta antes de ayer, me impedían casi sentarme. Y no es este, un país lleno de estrechas y montañosas carreteras, abarrotadas de profundos baches, el mejor lugar para padecer hemorroides. Los recorridos en incómodo bus, de siete u ocho hors de duración, se han hecho interminables y tortuosos, en estas condiciones tan lamentables.
 Luang Prabang (Laos)
            Pero como hasta en el extremo sufrimiento ocurren cosas divertidas, nos hartamos de reír, comprando un anti hemorroidal, en un pueblecito de Tailandia, pegado a la frontera de Laos. La farmacéutica solo hablaba Thai y al hacerle el gesto del culo, nos quería vender supositorios. Ja, ja. ¡Lo que me faltaba!. Al final, nos abrió el mostrador y nos dijo, que buscáramos nosotros mismos, entre todos los medicamentos de la tienda. Y lo bueno es, que no tardamos ni cinco minutos en encontrarlo. Menos mal, porque sino, me habrían llegado hasta los pies.

            Y para colmo el otro día, cuando íbamos de la bellísima Luang Prabang a Vang Vieng, asistimos a un espectacular derrumbe, que tuvo más de cinco horas la carretera cortada y que ocasionó a ambos lados, una interminable retención de varios kilómetros. Daba tanta risa como ternura, ver como trataban de arreglar el desaguisado, con métodos casi del pleistoceno: Metiendo un camión hasta que se empantanaba y luego tirando hacia atrás con otro, al que le unía una cuerda. Teníamos que haber llegado al destino a media tarde y lo hemos hecho ya, en los albores del nuevo día.                                           Camino de Vang Vieng (Laos)

            Debido a esto, encontramos hotel de milagro. Pero los que más suerte tuvieron fueron los mosquitos, que me han puesto la espalda, como un desierto plagado de dunas. Esperamos que los bicharracos en cuestión, no sean de los changos, de los de la malaria, porque solo de pensar en sus síntomas, me pongo a temblar.

            Y eso que habíamos sido de los más precavidos. Como el lugar del derrumbe estaba en mitad de la jungla, justo al atardecer, nos llenamos de repelente brazos y piernas, nos pusimos pantalones largos y una sudadera blanca, que con el calor tropical reinante, nos asfixiaba cada vez más. Lo mismo hizo una pareja de alemanes. Pero el resto de turistas y lugareños, con toda la alegría del mundo, luciendo piernas, brazos y hasta pectorales. ¡Ni una sola precaución y luego a chutarse de Malarone!
 Camino de Luang Prabang (Laos)
            Quien acabó haciendo negocio del derrumbe, fue una simpática y joven laosiana, que se puso al borde de la carretera, primero a vender piñas y luego la fueron surtiendo de galletitas, papas fritas y otros snacks, que nos salvaron la vida, a los que no llevábamos comida, pensando que el conductor iba a parar en algún lado. Pero no lo hizo, porque los chóferes de autobús solo paran aquí, cuando tienen hambre ellos y este debió salir comido de casa. La chica resultó ser muy honrada, porque al no existir más oferta, podría haber vendido por cinco veces más, toda la mercancía. Pero sin embargo, la cobró al mismo precio, que en cualquier mercado del país.

            Laos es el país más rural que hemos visitado jamás. Aquí llaman ciudades, a núcleos urbanos de 15.000 habitantes, que consisten en dos calles alargadas de casas bajas, con otras perpendiculares que las cruzan. Casi hasta Vientiane, la capital de la nación, parece un pueblo. Pero los paisajes son increíbles, sobre todo los que discurren, a ambos lados del río Mekong, uno de los más fascinantes del mundo, a pesar de su denso y pastoso color marrón            
                                                  Vientiaane (Laos)
Estamos contentos, porque la calidad de nuestros alojamientos y de la comida, ha mejorado bastante, con relación a Tailandia y el precio no se ha incrementado. Nos hemos comido unos arroces fritos con carnes diversas y curry, que están realmente deliciosos.

Ganando una Euro en Bangkok, nada más llegar

                                                          Bangkok (Tailandia)
Llegar al sudeste asiático y a las pocas horas, ganar una Eurocopa, no es algo que ocurra todos los días. Así, que no ha podido haber, mejor inicio para este prometedor viaje. A pesar de lo intempestiva de la hora del partido –se inició a la 1,45 de la madrugada- y junto a un muy reducido grupo de valerosos españoles, les hemos dado un baño a los alemanes, no solo en el campo, sino también en la terraza de un bar de Khaosan, donde hemos visto el partido y donde había más de 30 teutones. Empezaron muy animosos, pero poco a poco, nos los fuimos merendando. ¡Y eso que el cabrón del dueño del bar, no nos ha dejado ver la entrega de la copa!.
                                                                                                                         
            Y sin apenas dormir, rumbo al Palacio Real, donde te visten de arriba a abajo, si llevas la ropa demasiado corta, como fue nuestro casa (nos hemos venido a Asia sin pantalones largos). Nos gustó bastante, pero los edificios están muy apelotonados entre sí. Más placentero, sin embargo, fue nuestro recorrido del día siguiente, por el mercado flotante, cuando ya casi se habían ido todos los turistas y disfrutamos de la confidencialidad y amabilidad de las vendedoras de fruta, que ejercen su profesión desde pequeñas barcas.
                                                                Chiang Mai (Tailandia)
            Tailandia es un país bien tranquilo y muy fácil de recorrer, sin apenas sobresaltos. La gente es tan amble, que hasta a veces te indican mal, cuando preguntas por algo, por no decir que no saben. Realmente es acertado su eslogan, de país de la eterna sonrisa. Tienen aquí tantos templos y budas, que al cerrar los ojos por la noche, soy incapaz de ver otra cosa. Ya aprendimos a decir japunjá (gracias)

            De todas formas, salvo por estos últimos –budas y templos- y por los rasgos y la fisonomía de la gente, sobre todo de las chicas, que parecen muñequitas; no tenemos la sensación de haber hecho 20.000 kilómetros desde América: La gente se busca aquí la vida, de forma muy similar y los omnipresentes mercados y el caos circulatorio, resultan ser parecidos. Pensábamos también, que después de casi cinco meses viajando y hablando solo español, el cambio se nos iba a a hacer duro, pero de momento no ha sido así, a pesar de que en Tailandia, no se habla tanto inglés, como muchos pudieran suponer.
                     Ayuthaya (Tailandia)
            No nos atrae en demasía, la comida más tradicional y heavy de aquí, así que de momento, sobrevivimos a base de hamburguesas de los Seven Eleven y de snacks asiáticos, que hemos cogido con cierta pasión. Y todo siempre, con mucho chile picante. Los hoteles económicos, tampoco son nada del otro mundo y lo peor, muchos de sus baños, poseen cagaderos tipo thai, que están a medio camino entre el turco y el occidental.

            Lo que si nos gustan bastante, son los medios de transporte. En ciudad, los tuks tuks resultan divertidos y fresquitos y los traslados interurbanos en songthaew, aunque incómodos, porque vas sentado en una tabla de madera, se hacen agradables, sobre todo si la compañía es grata. Y mientras por las ventanas, se entremezclan kilómetros y kilómetros de selva o de campos de arroz.

            Pensábamos que este viaje, iba a ser más movido que el de América, pero de momento, ninguna cosa especial nos ha ocurrido, salvo las intensas precipitaciones, que nos empapan muchas tardes. Pero nada anormal es aquí, dado que estamos en plena época de lluvias 
                                                                 Mercado flotante, próximo a Bangkok (Tailandia)
            Hoy es el día 12 de viaje y esta mañana hemos visitado en Noi Soi, a las conocidas mujeres jirafa. Nos lo esperábamos tan turístico y superficial, que al final nos ha gustado. Hemos estado casi solos. Hemos cometido la temeridad, de haber cruzado un puente en suspensión medio derruido. Si nos llegamos a caer, no lo contamos.

Ahora toca ir para Pai, Chang Mai y Chang Rai, para luego tirar hacia Laos. Vamos con tan poca planificación, que aún desconocemos si podremos obtener el visado en la frontera, aunque creemos que sí.
                                           Mae Hong Son (Tailandia)